EL VIEJO MAESTRO
Relato con origen : Castronuevo de los Arcos
Entra el maestro en el aula; es un hombre mayor, está solo, no tiene familia, tan solo unos sobrinos lejanos, buena gente, que alguna vez le llaman por teléfono o, con mucha suerte, le visitan por Navidad o en algún momento señalado. Ha recalado en esta escuela en la que probablemente le llegue la jubilación profesional que ni siquiera sabe si desea; frente a él un grupo de muchachos jóvenes con miradas ávidas, con ilusiones prestas, con toda una vida por delante. Casi diría que los conoce, aunque hoy los vea por primera vez, pero son los mismos muchachos de hace diez años, de hace quince, de hace veinte, con los que se topa curso tras curso y a los que intenta preservar de su agotamiento, de su desilusión, enseñándoles todo lo que sabe con la mejor de las intenciones.
Es consciente de que solo unos pocos saldrán adelante, porque tienen voluntad de aprender, o porque tienen necesidad y eso les obliga a luchar, ya sea por conseguir una beca o un buen puesto de trabajo en la empresa familiar; el resto acabará siendo plebe, masa, gente, aprenderán lo mínimo; muchos de ellos con estratagemas: copiando, mintiendo, saltándose las clases; habrá alguno que abandone porque no valga para estudiar, o por decepción, o porque las circunstancias le obliguen a contribuir en la economía familiar buscándose un trabajo. Y todo eso lo sabe nada más entrar en el aula, sin apenas haber dejado sobre la mesa el viejo maletín que le acompaña desde hace tantos años que ni puede recordarlo.
Se ha producido un largo silencio, ahora llegará la presentación del maestro y después pedirá que se presente cada uno de los alumnos; y se implicará tanto que acabará conociéndoles por sus nombres antes de quince días como le ocurre siempre, porque cuando termina la jornada escolar el maestro continúa pensando en sus discípulos, los lleva a casa en su mente, come con ellos, sueña con ellos y proyecta nuevas clases con ellos porque en realidad es lo único que tiene; los alumnos constituyen su razón de vivir y por eso su dedicación es a tiempo completo. Tal vez desconozca la impronta que dejará en alguno de ellos, que recordará al viejo maestro durante toda su vida, que le inspirará para ser mejor persona, para estudiar, para salir adelante; pero este viejo profesor de escuela es tan humilde, se cree tan insignificante que pasa desapercibido, casi como una sombra, en las horas lectivas que cada día imparte al grupo que forman sus queridos muchachos, esa familia de pega que el destino le ha puesto en su camino y por la que vive, se mueve y dirige sus pasos porque es perfectamente consciente que sin ellos su vida carece de sentido.
Es consciente de que solo unos pocos saldrán adelante, porque tienen voluntad de aprender, o porque tienen necesidad y eso les obliga a luchar, ya sea por conseguir una beca o un buen puesto de trabajo en la empresa familiar; el resto acabará siendo plebe, masa, gente, aprenderán lo mínimo; muchos de ellos con estratagemas: copiando, mintiendo, saltándose las clases; habrá alguno que abandone porque no valga para estudiar, o por decepción, o porque las circunstancias le obliguen a contribuir en la economía familiar buscándose un trabajo. Y todo eso lo sabe nada más entrar en el aula, sin apenas haber dejado sobre la mesa el viejo maletín que le acompaña desde hace tantos años que ni puede recordarlo.
Se ha producido un largo silencio, ahora llegará la presentación del maestro y después pedirá que se presente cada uno de los alumnos; y se implicará tanto que acabará conociéndoles por sus nombres antes de quince días como le ocurre siempre, porque cuando termina la jornada escolar el maestro continúa pensando en sus discípulos, los lleva a casa en su mente, come con ellos, sueña con ellos y proyecta nuevas clases con ellos porque en realidad es lo único que tiene; los alumnos constituyen su razón de vivir y por eso su dedicación es a tiempo completo. Tal vez desconozca la impronta que dejará en alguno de ellos, que recordará al viejo maestro durante toda su vida, que le inspirará para ser mejor persona, para estudiar, para salir adelante; pero este viejo profesor de escuela es tan humilde, se cree tan insignificante que pasa desapercibido, casi como una sombra, en las horas lectivas que cada día imparte al grupo que forman sus queridos muchachos, esa familia de pega que el destino le ha puesto en su camino y por la que vive, se mueve y dirige sus pasos porque es perfectamente consciente que sin ellos su vida carece de sentido.
Mª Soledad Martín Turiño