LOS DEBERES DE FÁTIMA

Relato con origen : Zamora

Hoy parece que es un día menos aburrido que ayer. Es un día en que los cristianos celebran el Domingo de Resurrección. Hace un buen día y la gente recomienza lo que se puede decir “la rutina habitual”. Ya mañana lunes vuelven los tiempos repetitivos de las romerías. Ya se ven por las calles zamoranas los carteles anunciadores de la romería del Cristo Emberronao para mañana, Lunes de Pascua, en el entorno del Embalse del Esla, Junto al Puente de San Esteban entre Muelas del Pan y Ricobayo de Alba.

Bueno, el caso es que yo paso bastante de estas cosas, aunque me atrae el costumbrismo de las gentes. Como todos los días, después de mi pequeña siesta reparadora, voy a tomar el cafecito de la tarde. Son aproximadamente las 17h30, quizás la hora del té, pero yo me tomo mi cafecito en bar hotel Okelo, en la Avda. del Cardenal Cisneros. Para mí es mi habitual “kafejo”, (pronúnciese Kafeyo), lugar donde echo una ajeada a la prensa en primera mano. Después, por la tarde, suelo hacer los crucigramas del dominical mientras me tomo una copa de Vino de Toro en algún lugar de la ciudad.

Hoy me tocó cerca de mi residencia y me allegué hasta la Calle del Príncipe, que es una calle normal y corriente, pero animada por la barería allí existente. En el bar del mismo nombre, es corriente que me siente en una mesa de las de estar poco rato y que suelen ser altas. Pero como hay taburetes adecuados, suelo coger “mi sitio”. Cojo el periódico y me hago los referidos crucigramas y pasatiempos del dominical de la LOZ mientras degusto mi copa de barrica.

Estando en esto, ensimismado, tratando de resolver el sudoku semidifícil, se me acerca una niña y me pregunta: «¿Estás haciendo los deberes?». Me desensimismo y le respondo: «¿Por qué dices eso?». «Pues porque creo que estás haciendo los deberes y ya eres muy mayor para eso y, además, hoy es fiesta», me contesta. «Bueno -le respondo-, cierto que es fiesta, pero es el tiempo que tengo para hacerlos». «¡Oye! -me dice-, ¿puedo ver lo que te pone la Seño?». «Claro», le respondo, e intenta subirse en el taburete de al lado al que no puede acceder y la ayudo. Doy la vuelta al periódico y le muestro una página de pasatiempos para niños. Ella sigue con sus preguntas y me dice que por qué siendo tan mayor tengo que, a mi edad, hacer deberes.

Le digo que cuando yo era niño no pude ir a la escuela y ahora tengo que estudiar porque antes no lo hice. «¿Y por qué no fuiste a la escuela?». «Bueno, en aquella época las cosas eran algo diferentes a como son hoy. Mis padres vivían en una cabaña alejada de la aldea y había un bosque en el medio donde había muchos lobos y era peligroso cruzarlo. Cierto que muchos de aquellos lobos eran amigos míos, pues me veían todos los días, pero había otros que ululaban y me enseñaban los colmillos. Por eso, porque podía haber un peligro para mi vida, mis padres me prohibieron ir a la escuela de la aldea y, en aquel entonces tenía que cuidar de un pequeño rebaño de ovejas. Y hasta mis amigos los lobos dejaron de ser amigos míos y querían comerse mis ovejas. Mis padres me compraron un perro pastor alemán dotado con carrancas para ahuyentar a los lobos. De verdad que fue una época triste por no poder ir a la escuela de la aldea». «¡Oye! ¿Me permites que te ayude a hacer los deberes?». «¡Pues claro, no faltaba más! Pero, dime, ¿cómo te llamas?». «Me llamó Fátima y a mí no me ha mandado hacer deberes la Seño. ¿Te ayudo?». «Venga, que sí. Mira aquí están mis deberes. ¿Los ves? Se trata de encontrar en esta sopa de letras los nombres que aparecen en los dibujos del entorno del cuadro. ¿Los ves?». «Sí: manzanas, fresas, kiwis, granada, Plátano...». «Bueno, pues el deber es encontrar el nombre de cada cual y rodearlo para saber que lo has visto». «¡Ya! ¿Pero esto es un lápiz?». «No, esto es un bolígrafo». «¡Entonces no se puede borrar!». «¡Claro, en eso está el deber, en no hacer trampas!».

«Bueno, Fátima, que me has robado el tiempo de hacer mis deberes y me tengo que marchar». «¡Ah, no! ¡Entonces no te puedo ayudar!». «No te preocupes, Fátima, quédate con los deberes. Cuando los resuelvas, se los das a la señorita del bar y yo los recogeré mañana. Pero, por favor, devuélveme el bolígrafo y pídeles a tus papás que te dejen lapicero». «¡Pero por qué te vas?». «Es que tengo que tomar un poco el sol, porque ya soy mayor, y el día se está acabando. Otro día me ayudarás. ¡Adiós, Fátima, eres una muy simpática!».

Zamora, 9 de Abril de 2023
Estulano