REFLEXIONES

Relato con origen : Castronuevo de los Arcos

En tu conciencia quedará si no has sabido ser libre o elegiste ir por la vida con una saca a tus espaldas que poco a poco hizo que te encorvaras. Los bienes materiales sirven apenas para un momento: abastecerse de lo necesario, darse algún capricho y poco más; sin embargo los bienes espirituales van con nosotros, nos enriquecen, son livianos y agrandan la mente o el espíritu, dependiendo si uno es más reflexivo o más místico.

Elige como quieres proyectar tu vida porque eres dueño de ella mientras estés aquí en esta existencia que nos han traspasado en alquiler y un día hemos de restituir. Entre tanto aprende, cúrtete con los envites desafortunados con los que tengas que lidiar, sé buena persona, debate, analiza, reflexiona y crece cada día con la sabiduría gratuita que nos regala el existir.

Piensa también como quieres que te recuerden: si te interesa dejar huella o, por el contrario, pretendes extinguir con tu vida tu recuerdo. La segunda opción es fácil, no necesitas nada, pero si pretendes que de tu paso por este mundo permanezca un vestigio, habrás de luchar para labrarlo mediante buenas acciones por las que ser recordado.

Materia y espíritu son simbióticos pero sumamente desiguales cuando establecemos diferencias; lo material se asocia con lo crematístico, lo superficial y, sin embargo, lo espiritual con lo reflexivo, lo divino, lo más elevado. Conjugar ambos conceptos en la misma persona no es una tarea fácil por cuanto uno suele prevalecer sobre el otro. No obstante, con el transcurso de los años, cuando ponemos en valor las enseñanzas que nos ha dado la existencia, valoramos más lo espiritual prevaleciendo sobre los bienes materiales.

Llegamos desnudos a este mundo y lo abandonaremos de la misma manera; no podemos llevarnos los patrimonios adquiridos, pero tampoco la razón, el despotismo o la cordura que solo pervivirán mediante el recuerdo de los que quedan y la idea que se hayan forjado de nosotros. Subsistimos mediante la evocación de quienes nos conocieron y, muy probablemente, con ellos se extinguirá nuestro paso por este mundo en tal vez una o dos generaciones a lo sumo, a menos que hayamos hecho una contribución importante a la sociedad, en cuyo caso seremos inmortales, pero es difícil que surja un Da Vinci o una Curie; en la mayoría de los casos se trata de seres humanos normales que hemos transitado por esta vida con mayor o menor fortuna, formando parte de una masa ingente que cumple con el ciclo de la vida: nacer, vivir, y morir.

Es, por tanto, capital aprovechar al máximo este recorrido antes de que se cierre inexorablemente el círculo y seamos polvo enamorado.
Mª Soledad Martín Turiño