PRESENTE Y FUTURO TRAS EL CORONAVIRUS

Relato con origen : Castronuevo de los Arcos

Como escribió Ali Cronin en su día “nada es para siempre”, ni la tristeza, ni la alegría, ni la salud, ni la enfermedad, ni siquiera el amor ¡ese sublime sentimiento!Todo pasa en un vertiginoso suspiro; al invierno le sucede la primavera, a ésta el verano; pasó la Semana Santa que tanto anhelábamos, este año tan atípica, tan extraña, tan irreal.. Se vive, se nace y se muere completando el círculo de la vida y de cada uno depende que la trayectoria de ese círculo haya sido anodina o deje una huella imborrable. Es preciso atrapar el tiempo, encadenarlo a nuestra cintura y ser nosotros quienes vayamos frenando su arrastre; sin embargo en nuestra ciega imprevisión pensamos que la existencia nos pertenece, e incluso en ocasiones, nos parece tan larga que vamos subiendo peldaños y, para hacerla más llevadera, nos fijamos en las fechas rojas del calendario que determinan vacaciones, fiestas, puentes.. porque la rutina resulta demasiado tediosa y así vamos pasando por este mundo sin apenas fijarnos en sus increíbles bondades, sin valorar la belleza, ni el silencio, ni las personas con las que convivimos o aquellas otras con las que tropezamos a diario, cada una con su propia historia, y tiene que llegar una catástrofe como la actual, un virus asesino, para que nos demos cuenta de la fragilidad de la existencia, que en un momento puede terminarse todo, para sentirnos más dependientes y vulnerables que nunca.

Con motivo del infausto Covid 19 hemos asistido al tremendo espectáculo de vidas que se rompen para siempre, de gente que enferma de un día para otro y de quienes estando sanas han sufrido y continúan haciéndolo como nunca pudieron imaginar; eso nos tiene que servir como una lección aunque sea aprendida a fuerza de golpes para saber disfrutar de los días que vendrán, cuando se recobre la salud y todo vuelva a una aparente normalidad, que nunca será tal porque todo ha cambiado.

Cuando ya no se escuchen los aplausos diarios a las ocho de la tarde que dedicamos a las personas que nos han cuidado durante este aislamiento, cuando prime el ocio, las vacaciones y el consumismo de nuevo, espero que no les releguemos al olvido, que seamos capaces de dar gracias, de disfrutar de cada instante, de la gente que no pudimos ver ni abrazar, de la actividad que se quedó bloqueada, de las calles y plazas que estuvieron desiertas, de los colegios vacíos y de los niños que no vimos, porque una sociedad sin niños es una sociedad muerta.

Ojalá preservemos en la memoria personal y colectiva las lecciones que nos ha dado el coronavirus, y saquemos provecho de este obligado parón para hermanarnos, para luchar -de nuevo- ahora por una reconstrucción económica y social, trabajando con más ahínco, pensando más en los otros, en esas personas que pasan desapercibidas y que nos necesitan, dando lo mejor de nosotros mismos para ayudar a remontar esta sociedad que tan deteriorada ha quedado.

Mucho me temo que estos buenos propósitos, sin embargo, se queden en eso: en intenciones que se olvidarán a medida que pase el tiempo, porque la memoria es frágil y citando a García Márquez: “recordar es fácil para el que tiene memoria, olvidar es difícil para quien tiene corazón.”
Mª Soledad Martín Turiño