Recetas tradicionales de Videmala de Alba - Gastronomía guímara

La gastronomía guímara es de una calidad excepcional, no sólo aquellos platos típicos de antiguas recetas de la abuela, sino cualquier guiso que hagamos con los productos de origen natural que todavía podemos encontrar en el pueblo.

Los huevos:

Hay Mucha gente que pagaría lo que fuera por comer una tortilla elaborada con huevos de corral. De corral o de calleja, pues aún se ven gallinas campando a su aire por las inmediaciones de las casas.

Y si hacemos huevos fritos, habrá buenas patatas para acompañar, y mojaremos un pan alistano al que se debiera conceder la denominación de origen.


Las frutas y hortalizas:

El que más o el que menos tiene algún huerto del que recoge la más selecta hortaliza, aquí las guindillas no son del Padrón, (todas pican sin perdón).

Las manzanas no son muy grandes, pero ricas como ellas solas conservan un aroma que pocos adictos a la fruta encontrarán en el mercado de cualquier gran ciudad.


La tradición:

La gastronomía ocupa un lugar importante en las costumbres de la tierra, de manera que tradicionalmente, la fiesta y la mesa tenían una relación permanente y común en todos los hogares guímaros.

Era normal, casi una regla, que en determinadas fechas se comiera un plato determinado, por ejemplo, en Noche Buena todas las familias degustaban el pulpo a la gallega, en Reyes era normal el guiso de botillo con patatas, el día de Jueves Santo se comían los huevos duros con bacalao aderezados también con aceite de oliva, ajo, cebolla y pimentón.

Las estaciones no siempre marcaban diferencias en el consumo de determinados platos, pues tanto en invierno como en verano, las hoy valoradas sopas de ajo (sopa castellana) se servían para desayuno y cena.

La fiesta de la matanza:

Pero no hay evento más importante desde el punto de vista gastronómico que la fiesta de la matanza.

Efectivamente era una fiesta, pues en ella se reunían familias enteras que tal vez permanecieran separadas a lo largo del año, y en torno a la mesa, se degustaban platos que sólo era posible realizar con los productos recién obtenidos del cerdo.

Éstos son los platos estrella de la matanza:

Era el primer plato del primer día de matanza.

Su preparación comienza dos días antes, echando en remojo los añejos (codillo y oreja del año anterior).

El día de la matanza, por la mañana temprano, se pone a cocer el añejo, que proporcionará el caldo para la chanfaina.

Mientras tanto, es sacrificado el cerdo, del que se recogen el hígado y la sangre coagulada que serán añadidos al cocido de añejo dándole un hervor de 15 minutos. Transcurrido ese tiempo, se retira el hígado y la sangre dejando que el añejo siga cociendo.

Se hace un picadillo con el hígado y la sangre.

En una sartén, se ponen dos ó tres cucharadas de manteca y una cebolla grande picada, cuando ésta se ha ablandado, se añaden una cucharada de pimentón picante y el picadillo que teníamos apartado. Todo ello se rehoga un poco y se reserva.

Se miga pan (cortado en finas lonchas).

A continuación se saca el añejo del agua reservando el caldo, (el añejo se comerá otro día).

Se machaca un ajo y una guindilla incorporándolos al caldo con una cucharada de pimentón.

Después, se añade una capa de pan migado y una capa de picadillo, otra de pan y otra de picadillo, y así sucesivamente hasta que se absorba todo el caldo.

Se revuelve todo y ... a comer chanfaina.

Conocidos también con el nombre de turriones, los torrejones son un plato del segundo día de matanza (como postre) y de días sucesivos (como desayuno).

Y es que precisamente en el segundo día de matanza, es cuando se obtiene la manteca, picando los mantos del cerdo en una caldera de cobre y poniéndola al fuego para licuar su contenido.

Pero no todo lo que se obtiene es manteca liquida, quedan unos restos sólidos llamados chicharrones que se dejaran en la caldera apartando la misma del fuego.

Añadimos miga de pan y azúcar a los chicharrones y se "trabaja" la mezcla a conciencia dándole vueltas con un cucharón de madera una y otra vez hasta que el pan absorbe el azúcar y la grasa.

Se coloca el caldero al fuego para calentar la masa (sólo para calentarla), y se retira para continuar trabajando los deliciosos torrejones, calentando de nuevo la masa cuando ésta se haya enfriado y así sucesivamente.

No es difícil, es costoso y cansado, pues hay que trabajar mucho la masa para que la mezcla sea uniforme, pero al final obtenemos un plato que aunque no nos ayude a guardar la figura, será recordado con ansiedad hasta la matanza del año que viene.

Se hace un refrito con cebolla en manteca de cerdo, y cuando la cebolla está blanda se aparta del fuego.

En un barreño grande de barro se coloca miga de pan con azúcar o miel por encima, al que se le añade la sangre y el sofrito.

Se trabaja bien hasta que queda hecha una pasta llamada mondongo.

Se llenan las morcillas con dicho mondongo.

En un caldero grande con agua hirviendo se van entrecociendo las morcillas (se sumergen unas cuantas veces sin dejarlas cocer).

Las morcillas ya están listas para ser colgadas como los chorizos.

Para desayunar se coge una morcilla, se cuece durante media hora y se coloca en una parrilla a la brasa dándole un par de vueltas para que se ase la piel, se corta en rodajas y al buche.