Pollo de corral "estilo Arrabalde"
( Receta especial para Navidad )
Se coge un pollo de un año aproximadamente, criado y engordado exclusivamente con maíz, cebada, trigo, etc., tal como lo hacían nuestras abuelas, que de eso sabían mucho, nunca con piensos compuesto ni alimentos artificiales. Una vez muerto se sumerge en agua hirviendo hasta que todas sus plumas estén bien empapadas, para facilitar la labor de quitárselas. Después de desplumarlo se chamusca un poco en la lumbre para quitarle esos pelillos y plumas pequeñas que siempre quedan, tal como se ve en la foto. Se le sacan los intestinos, hígados, corazón, etc., y se cuelga una noche para que se "serene". Se trocea, y se prepara en una bandeja hasta que llegue el momento de echarlo a la cazuela. En una tartera de pereruela, a ser posible negra y veterana ya de muchos guisos, se echa "un dedo" de aceite de oliva de forma que se cubra abundantemente todo el fondo, y se pone al fuego de leña. Mientras se calienta se trocean cuatro dientes de ajo, media cebolla y un manojito de perejil, todo lo cual se echa en la tartera y se deja que se dore bien, sacándolo para el mortero a medida que se va dorando. Es conveniente que los trozos de estos tres ingredientes no sean muy pequeños, para poder sacarlos sin dificultad cuando llegue el momento, y no queden restos en la cazuela que luego se quemarían rebajando el buen sabor de la salsa. Una vez que se han sacado y con el aceite bien caliente, se hecha el pollo troceado y se sala al gusto, dejándolo que se rehogue lentamente al amor de la lumbre. Entretanto se habrá machacado en el mortero el ajo, la cebolla y el perejil que se sacó de la cazuela, se le añade un vaso de los de agua lleno de vino blanco seco, se remueve bien y se añade al pollo una vez que esté bien rehogado, junto con dos hojas de laurel. Acto seguido se le añade un vaso de agua y se deja que hierva. A partir de este momento ya solo cuenta el amor, la paciencia y la vigilancia de la cocinera, pues tiene que estar pendiente para añadirle agua y un poquito más de vino (siempre blanco seco) cuando se vayan evaporando. Pueden ser varias horas de dedicación hasta que el pollo esté en su punto, pero el resultado es extraordinario. Gozaréis de un guiso de pollo que hará las delicias de los comensales y os pondrá un punto de nostalgia de las navidades que celebrábamos antes en el pueblo. La cocinera -o cocinero, que los hombres también lo hacemos muy bien-, alcanzará las más altas cotas de popularidad y podrá presumir de saber hacer el mejor pollo de corral del mundo "al estilo Arrabalde", y será la envidia de propios y extraños. Como es natural, no le contará a nadie la receta y dirá que es una muy antigua que le enseñó su abuela, y que solo vale para navidad.
Ingredientes:
* Un pollo de corral de unos cuatro kilos de peso una vez limpio.
* Aceite de oliva.
* Vino blanco seco.
* Agua.
* Sal
* Dos hojas de laurel.
* Cuatro dientes de ajo.
* Media cebolla o una entera si no es muy grande.
* Perejil
Secretos para que salga bien:
* El pollo tiene que ser de corral, criado en libertad y alimentado exclusivamente con alimentos naturales.
* Una tartera de pereruela ahumada y veterana en guisos.
* Lumbre de leña, a ser posible de encina.
* Un buen vino blanco seco.
* Paciencia.
Nota: El pollo también queda rico hecho con cualquiera otra fuente de calor que no sea la lumbre de leña y guisado en una cazuela convencional, pero ya no es lo mismo, no tendrá ese sabor especial que le da el fuego de leña y la tartera de pereruela. Como nuestras abuelas antes no disponían de vino blanco seco, en su lugar le echaban medio vasito de aguardiente, con unos resultados igualmente excelentes.
¿Y con unos pimientos asados...?
Como complemento y para rematar la faena, nada mejor que acompañar el pollo con unos pimientos asados a la lumbre, tal como podéis ver en la fotografía. Una vez asados se meten durante un rato en una bolsa de plástico para que el propio calor que aún desprenden les suelte la piel. Se pelan, se trocean en pequeñas tiras (al gusto de cada uno), y se aliñan de forma convencional: sal, aceite y vinagre. El sabor que cogen al asarlos directamente en la lumbre es algo especial, los convierten en un manjar que a su vez resaltará el sabor del pollo. ¿Veis que doradito va ya...?
Se coge un pollo de un año aproximadamente, criado y engordado exclusivamente con maíz, cebada, trigo, etc., tal como lo hacían nuestras abuelas, que de eso sabían mucho, nunca con piensos compuesto ni alimentos artificiales. Una vez muerto se sumerge en agua hirviendo hasta que todas sus plumas estén bien empapadas, para facilitar la labor de quitárselas. Después de desplumarlo se chamusca un poco en la lumbre para quitarle esos pelillos y plumas pequeñas que siempre quedan, tal como se ve en la foto. Se le sacan los intestinos, hígados, corazón, etc., y se cuelga una noche para que se "serene". Se trocea, y se prepara en una bandeja hasta que llegue el momento de echarlo a la cazuela. En una tartera de pereruela, a ser posible negra y veterana ya de muchos guisos, se echa "un dedo" de aceite de oliva de forma que se cubra abundantemente todo el fondo, y se pone al fuego de leña. Mientras se calienta se trocean cuatro dientes de ajo, media cebolla y un manojito de perejil, todo lo cual se echa en la tartera y se deja que se dore bien, sacándolo para el mortero a medida que se va dorando. Es conveniente que los trozos de estos tres ingredientes no sean muy pequeños, para poder sacarlos sin dificultad cuando llegue el momento, y no queden restos en la cazuela que luego se quemarían rebajando el buen sabor de la salsa. Una vez que se han sacado y con el aceite bien caliente, se hecha el pollo troceado y se sala al gusto, dejándolo que se rehogue lentamente al amor de la lumbre. Entretanto se habrá machacado en el mortero el ajo, la cebolla y el perejil que se sacó de la cazuela, se le añade un vaso de los de agua lleno de vino blanco seco, se remueve bien y se añade al pollo una vez que esté bien rehogado, junto con dos hojas de laurel. Acto seguido se le añade un vaso de agua y se deja que hierva. A partir de este momento ya solo cuenta el amor, la paciencia y la vigilancia de la cocinera, pues tiene que estar pendiente para añadirle agua y un poquito más de vino (siempre blanco seco) cuando se vayan evaporando. Pueden ser varias horas de dedicación hasta que el pollo esté en su punto, pero el resultado es extraordinario. Gozaréis de un guiso de pollo que hará las delicias de los comensales y os pondrá un punto de nostalgia de las navidades que celebrábamos antes en el pueblo. La cocinera -o cocinero, que los hombres también lo hacemos muy bien-, alcanzará las más altas cotas de popularidad y podrá presumir de saber hacer el mejor pollo de corral del mundo "al estilo Arrabalde", y será la envidia de propios y extraños. Como es natural, no le contará a nadie la receta y dirá que es una muy antigua que le enseñó su abuela, y que solo vale para navidad.
Ingredientes:
* Un pollo de corral de unos cuatro kilos de peso una vez limpio.
* Aceite de oliva.
* Vino blanco seco.
* Agua.
* Sal
* Dos hojas de laurel.
* Cuatro dientes de ajo.
* Media cebolla o una entera si no es muy grande.
* Perejil
Secretos para que salga bien:
* El pollo tiene que ser de corral, criado en libertad y alimentado exclusivamente con alimentos naturales.
* Una tartera de pereruela ahumada y veterana en guisos.
* Lumbre de leña, a ser posible de encina.
* Un buen vino blanco seco.
* Paciencia.
Nota: El pollo también queda rico hecho con cualquiera otra fuente de calor que no sea la lumbre de leña y guisado en una cazuela convencional, pero ya no es lo mismo, no tendrá ese sabor especial que le da el fuego de leña y la tartera de pereruela. Como nuestras abuelas antes no disponían de vino blanco seco, en su lugar le echaban medio vasito de aguardiente, con unos resultados igualmente excelentes.
¿Y con unos pimientos asados...?
Como complemento y para rematar la faena, nada mejor que acompañar el pollo con unos pimientos asados a la lumbre, tal como podéis ver en la fotografía. Una vez asados se meten durante un rato en una bolsa de plástico para que el propio calor que aún desprenden les suelte la piel. Se pelan, se trocean en pequeñas tiras (al gusto de cada uno), y se aliñan de forma convencional: sal, aceite y vinagre. El sabor que cogen al asarlos directamente en la lumbre es algo especial, los convierten en un manjar que a su vez resaltará el sabor del pollo. ¿Veis que doradito va ya...?