VIDEMALA DE ALBA

Si nos dirigimos de Zamora a Alcañices por la N-122, apenas hayamos recorrido treinta kilómetros encontraremos un desvío a la derecha que pasa por el vecino Cerezal de Aliste y cruza Río Malo, llevándonos hasta Videmala de Alba, un pueblo entre dos tiempos: el ayer atrapado en adobe y pizarra, y un futuro acunado en ladrillo y asfalto.

Esta sección quiere servir de homenaje no sólo a los lugares más conocidos, sino también a esos pequeños rincones en que podemos encontrar los vestigios de un pasado que agoniza.

La Plaza del pueblo:

Ha sido centro de las múltiples actividades propias de la plaza principal de cualquier pueblo.

El primero de cada mes se celebraban las llamadas ferias, donde se podían adquirir artículos de alimentación, prendas de vestir, pequeños animales como gatos, gallinas, etc. Cabe destacar las pulperas (calderas de cobre instaladas en el centro de la plaza donde se había elaborado el sabroso pulpo a la gallega destinado al consumo de los feriantes.)

El 15 de mayo y el 15 de septiembre se celebraban las llamadas ferias de año, de las mismas características que las expuestas anteriormente.

Antiguamente, cada primero de mayo, el pueblo amanecía con un gran chopo plantado en la plaza: el Mayo, que cedido por el ayuntamiento a los mozos, era cortado y transportado por ellos de madrugada, desde su emplazamiento original hasta la plaza donde permanecería quince días expuesto. Pasado ese tiempo, se subastaba entre los vecinos, obteniendo así los mozos, financiación para una juerga.

Actualmente la plaza es escenario de los bailes nocturnos en los días de la fiesta, paso y encuentro de procesiones, etc. e incluso de manera coyuntural, se han celebrado en ella misas al aire libre.

También hay en la plaza un testigo presencial del paso del tiempo que tal vez debería ser tratada de monumento: la farola, kilómetro cero del pueblo.


El Ayuntamiento:

Sirve para lo que sirve un ayuntamiento y es también un lugar para la celebración del ya tradicional vermouth que se ofrece a los vecinos el día de la fiesta, amenizado con la música de la dulzaina y el tamboril.

Las escuelas:

Centro neurálgico para la cultura y escenario para los músicos cuando el baile se hacía en la era, acogen también actos sociales organizados por la "Asociación Cultural Guímaros".


La Iglesia de San Julián:

Posee unas campanas con sonido especial, por haber sido realizadas fundiendo la vieja campana de plata de una antigua ermita que había en las proximidades del pueblo, llamada de Santa Bárbara.

En la Capilla, tienen lugar determinados eventos populares como partidos de pelota (antaño a pelo, hoy con raquetas).


Los cántaros ya no se rompen por ir tanto a la fuente:

Hoy solitaria, hace tiempo era probablemente el lugar más visitado del pueblo por gentes y ganado, un lugar más de reunión, donde ponerse al día en las más diversas materias. En ella coincidía la que iba a por agua, con el que llevaba a beber al burro, a la mula o a las vacas y con algún que otro rapaz que se daba a la caza y captura de aclaradores en el pilón.

Había que acarrear el agua hasta las casas, y para ello se utilizaban los famosos cántaros de Moveros, que a hombros de las mujeres o en los mejores casos con ayuda de caballería provista de aguaderas, llegaban a casa para llenar barrilas, botijos, jarras, palancanas, o lo que hiciera falta.

Pero el progreso que todo lo cambia vino a aliviar lomos y espaldas, y con la llegada del agua corriente a las casas, quedó nuestra fuente como monumento a ese manantial que tantas "sedes" aplacara en su día.


El herraje:

El duro trabajo de carga y arrastre al que se someten los bueyes y las caballerías aceleran el desgaste de los cascos. Para protegerlos y frenar este proceso que traería nefastas consecuencias al animal, se hace necesario calzar al mismo con las clásicas herraduras (en el caso de caballerías) ó con callos (a bueyes y vacas).

La tarea del herraje se lleva a cabo en el potro, al que se amarran los animales, inmovilizándoles para su seguridad y la de los presentes.

La estructura se compone de cuatro pilares de piedra, unidos dos a dos por sendos travesaños "portacintos", de los que cuelgan las gruesas tiras de goma que servirán para sostener el peso del animal. Entre los pilares frontales irá colocado el yugo, que junto a los apoyamanos harán más confortable la estancia de los usuarios, que pronto saldrán con zapatos nuevos.

También era usado por los rapaces a modo de columpio, de hecho, de los dos potros que había en el pueblo, uno de ellos ha dejado sitio para una zona infantil con verdaderos columpios y toboganes.


El puente:

Pocas veces, cada vez menos, al cruzar un regato lo haremos sobre un puente tan sencillo como útil.

Aferrándose a orillas del riachuelo que baja por la fragua, yace la vieja losa de pizarra, desgastada por el uso. La trajeron desde muy lejos, transportándola entre dos carros hasta su actual emplazamiento, y desde entonces esta ahí, viendo pasar al tiempo y a las gentes.


Arquitectura tradicional:

La morada de los guímaros es la casa típica alistana, que consta normalmente de una planta baja como vivienda (salón, cocina, dormitorios) y el sobrao (buhardilla) que puede tener funciones diversas (despensa, granero, trastero, dormitorio, etc.).

Las fachadas de adobe y piedra eran comunes hasta la llegada del ladrillo.
Barro y paja eran encofrados para formar el adobe con que se construyeron muchos de los muros que aún hoy se conservan.

Los grandes clavos y aldabas dan un aire rústico y tradicional a robustas puertas de madera de negrillo, que provistas de postigo y gatera son accesos permitidos a la luz y a los misinos.

No faltará un lugar junto a la puerta donde sentarse a tomar el fresco si hace calor o el sol si hace fresco: es el poyo, consistente en una losa que descansa sobre grandes piedras o un buen bloque de granito o un cúmulo de pizarras, es igual, hay variedad de estilos, formas y tamaños para elegir, eso sí, por ser duros son duraderos.

La teja y la pizarra también se alternan sobre las casas, llegando incluso a convivir en perfecta armonía.

Grises losas de musgo tapizadas, de las que cuelgan en invierno los carámbanos, soportaron lluvias y nevadas que hoy no encuentran parangón.


Aperos tradicionales:

Donde quiera que haya un sobrao, una cuadra o un pajar, tal vez encontremos un pequeño museo etnológico, regentado por alguna lechuza, donde puedan admirarse los aperos, que en mejor o peor estado de conservación nos hablarán de cómo se hacían antaño las cosas: carros, arados, trillos, trallas, azadas, hoces, potes, cántaros, barrilas...

Los alrededores del pueblo también guardan tesoros antiquísimos que la inevitable modernización de las tareas cotidianas se empeña en hacer desaparecer. Es el caso de artilugios como el cigoñal ó cigüeñal, que se usaba para sacar agua del pozo con gran ahorro de fuerzas, ya que éstas provenían del empleo de un contrapeso situado en el extremo del mástil basculante.

Su nombre hace alusión al un cierto parecido con el movimiento del cuelo de la cigüeña, San Isidoro de Sevilla en el siglo VII ya describió el instrumento dándole el nombre de "ciconia" (nombre científico de la cigüeña).

Aparece en relieves de Mesopotamia que datan del 3000 a.C. y en el Antiguo Egipto (1500 a.C.), era conocido con el nombre de "Shaduf".

Del Nilo al Pozolagua , una historia pendiente de esclarecer, aunque es probable que lo trajeran los romanos, puesto que ellos ya lo conocían desde la época grecorromana, su nombre en latín era "tolleno".


Vestigios del pasado:

Casi todos los regatos van a parar a Río Malo, donde también hay vestigios de pasados más o menos remotos: construcciones de piedra y losa autóctona que un día fueron molinos y de los que hoy no quedan mas que cuatro medias paredes y alguna que otra rueda de granito escondida entre las zarzas.

Hasta ellos se desplazaban los lugareños con sacos de cereal, listo para ser transformado en harina con la mayor o menor velocidad que la fuerza del agua permitiera.

Videmala