Poesías de la Tierra del Pan


PUESTA DE SOL EN MI PUEBLO


Esta puesta de sol única sobre las eras
que alcanza su esplendor en la lejanía,
allá, en el monte, junto al camposanto,
eleva mi espíritu y me hace más libre.

El cielo se pinta de tonos violáceos,
“la virgen está planchando” nos decían de niñas
y mirábamos absortas aquellas nubes
que son éstas, las mismas: rojizas, anchas,
enormes, franjeadas, multicolor.

Observo cómo se pone el sol y al poco
una penumbra invade el pueblo
como agazapado bajo un manto bruno.
Llega la noche dominando sus horas,
con suerte se advertirá la bóveda celeste
salpicada de puntitos luminosos,
y estrellas brillantes, refulgentes, nítidas
iluminarán la noche librándonos del miedo.

Solo es otra puesta sol: emocionante, magnífica,
un ocaso anunciado e inesperado siempre
por la diversidad del espectáculo que lega.

En la antesala de la inminente eternidad,
libre de ataduras banales y a la espera,
alguien admirando un similar crepúsculo me dijo:
“dentro de poco formaré parte de ese cielo”,
y así confío, así espero que fuera,
porque a ese alguien lo amé con alma y vida;
por eso cuando las nubes se tiñen de rojo
pienso en silencio y a solas
que, tal vez, en ese momento
sea mi madre quien plancha en el cielo.

Mª Soledad Martín Turiño