Poesías de la Tierra del Pan


NO ME HABLES SI ME ALEJO


No me hables si me alejo
y corro cuesta abajo hasta llegar al río
dejando el pueblo atrás con sus miserias;
a zancadas la mente se apacigua
dando tregua al dolor de la existencia
a medida que avanzo en mi camino.

No te inquietes a causa de mi tardanza,
vagaré entre las calles solitarias
mirando sin pudor puertas cerradas
consciente de ser vista por mil ojos,
así, tal vez como otros muchos, es mi pueblo:
cotilla y austero, impaciente e intruso,
se solivianta si le dan migajas
pero no osa rebelar su instinto siervo
y agacha de nuevo la cabeza
consciente de su humildad y mansedumbre
que solo evita con un aspaviento
grueso de taberna entre los suyos,
sin atrever siquiera a mirar de frente
con el coraje que les sobra aun siendo austeros,
y dar una lección de sabiduría
al pretencioso que llega prepotente
ignorando irrespetuoso vidas sencillas
de campesinos, ganaderos y labriegos.

No me hables si me alejo
y corro cuesta abajo hasta llegar al río
dejando el pueblo atrás con sus miserias;
a zancadas la mente se apacigua
dando tregua al dolor de la existencia
a medida que avanzo en mi camino.

Ya no soporto las medias palabras,
ni los suplicatorios, ni el puño escondido;
me voy lejos de ellos, no me aceptan
porque soy el espejo de sus quejas
donde no quiere nadie reflejarse.
Ellos prefieren vivir ajenos, bajar la cabeza
y pasar los días enterrados en la rutina
antes que luchar, salir al campo de batalla
y sucumbir si es preciso.
Tal vez han perdido tantas lides
que se resignan a ser invisibles,
quizá estén cansados de luchar con molinos
y, aun así, recibir mil y un bandazos.

He de entender que se abandonen,
yo no soy nadie al fin y al cabo
para juzgar o sojuzgar sus actos;
por eso me voy.
No me hables si me alejo,
estaré forjando mi propio bando.

Mª Soledad Martín Turiño