Poesías de la Tierra del Pan


LAS FUERZAS DESATADAS


Devastador el aire que empujaba a la gente
sin decencia y a su antojo,
ruidoso el viento porque su silbido
era un bramar de desolación amarga
sin intención alguna de refrenar su fuerza.
El río huía del cauce marcado
y escapaba a nuevas aventuras
regando y anegando las tierras colindantes,
mientras los ojos del puente se ocultaban
en un torbellino de furia desatada.

Mi pueblo se escondía de los nubarrones,
cerraba sus puertas, recogiendo el ganado
que deambulaba a sus anchas por los corrales
y todos en casa buscaban un seguro abrigo.
Afuera el ciclón se hacía más fuerte,
la vehemencia del aire era destructora,
quebraba los árboles, bamboleándolo todo
y turbando la calma que siempre reinó allí.

Mi pueblo es pequeño, temeroso de Dios
y cree en los maleficios de la religión
como nos domaron desde las infancias
a golpe de rezo, opresión y duda,
con las alas cortas para no volar muy alto
y el alma trémula ante las tormentas
ya fueran del tiempo o del interior;
por eso ahora, ante esta inclemencia
acaso se pregunten si es obra de Dios
y a golpe de pecho, sin saber la causa,
en mudo silencio, meditan sus faltas
y cada uno a su modo reclama perdón.


Mª Soledad Martín Turiño