Poesías de la Tierra del Pan


LA IGLESIA DE MI PUEBLO


Aquella iglesia antaño plena de retablos
que desaparecieron un mal día
nos dejaron huérfanos de arte
por una mísera dádiva complaciente.
Se quedó desnudo y despojado
el otrora barroco altar mayor,
fulgurante, admirado, deslumbrante,
eje del templo y bella hornacina
de su patrona la virgen de la Asunción.

Un crucificado recibe entrando del templo
en magnífica talla desde lo alto,
le acompañan la virgen de las Vegas,
santa Águeda, san Roque, san Antonio,
la Inmaculada y san José que, atentos,
observan desde su peana nuestros actos.

Y allá, en el fondo de la iglesia
en un pedestal entre dos arcos,
bajo el coro que corona el templo
se alza la imagen más venerada:
un san Isidro que mira a lo alto
mientras los bueyes sus campos le aran,
y mi gente campesina de agros
confortan sus almas en cada homilía
rezando al final un padrenuestro
a esta imagen que es espejo y guía
cuando salen a cultivar sus campos.

La iglesia de mi pueblo es poca cosa
sobria y austera como lo es su gente,
alejada de fastos o prebendas,
tan solo la torre se yergue
hacia lo alto para reclamar su espacio.

Mi pueblo es un puntito inexistente
en el mapa de los libros que se estudian,
pero es mío y lo llevo en el alma
con su río, la torre y esta iglesia
que me vio nacer y repetir plegarias
que hablaban de amor y catecismos.

Mª Soledad Martín Turiño