LA PELÍCULA DE PETRO
(Muelas del Pan)
I
Pedro era un niño que había nacido en la parte occidental de Castilla la Vieja. El pueblo de su nacimiento se situaba en una zona ondulada de la llamada Tierra de Campos. El pueblo era coma la mayoría de los de esos contornos. En la mitad del pueblo había una plaza donde los chicos jugaban al chito, a la cuarta, al marro, a las canicas o cualquier otro juego. A veces, los más mayores jugaban al monte o a pídola cordón.
Las niñas tenían otro tipo de juegos. Ellas jugaban a los cromos, saltaban a la comba, cantaban al coro o, sentadas en redondo jugaban al sígala-prosiga y juegos similares.
En la Escuela Nacional lo primero que se hacía, en la explanada del edificio y antes de entrar en las aulas era cantar el Cara al Sol. A continuación, tanto en las aulas de las niñas como en la de los niños, había que rezar el Pater Noster. Después unos minutos de silencio y que cada cual se preparara a recibir las clases del día. Siempre, o casi siempre, se comenzaba por la materia de Formación de Espíritu Nacional. Solían seguir la clase de Historia con las gestas de El Cid, el fracaso del rey Don Rodrigo, viendo desde el más alto cerro como sus huestes iban de vencidas, algunas trazas del imperio de El Andalus y la posterior reconquista iniciada por el intrépido Rey Don Pelayo hasta la retoma de la península por los Reyes Católicos. La Historia de España se resumía en una enciclopedia repartida en otros tres tomos, enciclopedia que abarcaba todo el saber de la humanidad y que habría de ser, durante muchísimos años, el centro del saber de millones de españoles.
Había en esta enciclopedia pluritomo, que se llamaba: grado elemental, primer grado, segundo grado y tercer grado. En los últimos tiempos se introdujo un todo referente a la formación profesional. Había, como digo, otras materias tales como religión, que era muy importante; aritmética y geometría; ciencias naturales; gramática española y poco más. En la gramática española se redundaba en la poseía que engrandecía la gesta española y ensalzaba la religión. Ahí estaban autores como Santa Teresa de Jesús, Miguel de Cervantes, Iriarte, Hartzenbusch, Samaniego, San Ignacio de Loyola, pasajes de Nebrija y un montón de autores más que siempre ensalzaron la unidad nacional de España.
La aritmética se limitaba, en los primeros tomos a las cuatro reglas. Es decir: sumar, restar, multiplicar y dividir. En otros tomos más avanzados ya se aprendía las reglas de tres, aligación, conjunta y…hasta la raíz cuadrada. Pocos eran los chicos y chicas que llegaban a estos niveles, pues con las flores de Mayo a la Virgen, con los partidos de fútbol, (a veces el cura regalaba algún balón), los rosarios, los primeros viernes de mes, el catecismo y las marchas los jueves por el campo, poco tiempo quedaba para aprender otras muchas cosas necesarias y que, a veces, ni los mismos maestros sabían,
Entre estos menesteres de la escuela Petro ayudaba a sus padres en las labores del campo. Tenían algunas hectáreas de secano y una pareja de mulas para cultivarlas. Eran tierras de pan llevar y no daban para mucho. También tenían un burro zamorano, de esos peludos de los que Don Juan Ramón estaba enamorado y que le sugirieron su gran poema en prosa de Platero y yo. Petro tenía dos tías, una en su mismo pueblo que tenía una huerta en la ribera del arroyo Adalia y otra en la provincia de Valladolid en pueblo que se llama La Parrilla. Cuando Petro comía fruta era gracias a la huerta de su tía. El resto del año su merienda consistía en un trozo de pan del que amasaba su madre y un trozo de tocino con veta, pues su padres mataban un cerdo que les duraba hasta que se acababa. Solía Petro merendar en el recreo de la tarde. Cuando daba cuenta de su pan carolo, (la parte redonda del pan con bastante corteza), muchos chicos se le quedaban mirando. Él comprendía y de vez en cuando regalaba alguna brizna al que más cerca estaba de él untada con tocino y muy poco de pan cortado con su navaja.
He de decir que Petro se llamaba así porque su padre era un italiano que lucho en nuestra guerra de liberación nacional y que vino obligado por el fascio, aunque oficialmente constaba como voluntario. Se quedó en España y aquí contrajo matrimonio con la madre de Petro.
Petro, como digo más arriba, ayudaba a sus padres en las labores de la sementera, en las labores de escardar, en la siega. Aprendió a aricar, a formar haces con las gavillas, a trillar con el trillo de Cantalejo, a bieldar, a llevar sacos de grano al molino, a buscar tomillos y otros matorrales para el horno cuando se amasaba. Petro aprendió a hacer lo que otros miles y miles de niños también aprendieron.
II
El tiempo fue pasando y los años buenos para la agricultura castellana comenzaron a ser malos. No porque las tierras dieran menos, sino porque se acabó el tiempo de la autarquía cuando en el año 1958 se llevó a cabo el llamado Plan de Estabilización. Desde ese momento los precios de los cereales dejaron de estar sobrevalorados y comenzaron a entrar en la red del mercado. Esto supuso el que la mayor parte de nuestros pueblos de Castilla y de la España agraria en general, fueran derecho a la ruina. Simultáneamente surgieron los llamados “polos de desarrollo” en algunas ciudades donde se asentaban empresas extranjeras atraídas por los grandes beneficios fiscales que el régimen ofrecía.
Estas empresas exigían dos condiciones: beneficios fiscales y mano de obra barata. Los beneficios fiscales los otorgaba el régimen y, a través de la ruina de la agricultura la mano de obra barata. Estos dos elementos fueron el núcleo del desarrollo industrial de España en la década de 1960-1970.
Y esa fue la causa del éxodo de nuestros pueblos como consecuencia de la bajada de los precios de los productos del secano.
En la casa de los Petro comenzó a sentirse la nueva realidad. Sus padres sintieron la necesidad de decirle hijo que en el pueblo no tenía ningún porvenir y que debería emigrar a la ciudad para labrarse un futuro.
Como el pueblo de su otra tía, La Parrilla, quedaba cerca de urbe, convinieron en que pasara allí una temporada ayudando a sus tíos en la recolección de la remolacha mientras encontraba un hueco en alguna de las grandes factorías de la ciudad. El padre de Petro, al tener el color del régimen, conocía a algunos personajes que le podrían ayudar a colocar a su hijo. Así fue. Un día recibieron una carta de recomendación por lo que Petro regresó al pueblo. Su padre le entregó la carta para que la presentara en una fábrica de automóviles que estaba asentada en la ciudad y que se presentara cuanto antes, preguntara por tal persona y que le entregara la carta. Le aleccionó muy bien en que no se dejara enredar por falsos compañeros y que obedeciera siempre a sus jefes. Que se portara bien y que no hiciera caso de quienes le indujeran a la rebelión o la huelga que siempre agitan los diablos rojos para destruir nuestra paz y conducir a España al caos.
III
En efecto, se presentó a la entrada de la fábrica y allí entregó la carta para hacerla llegar al Servicio de Personal. Fue recibido y entrevistado como toma de contacto previo. Le indicaron que volviera unos días después de Reyes para la entrevista definitiva, pues la fábrica permanecería cerrada durante las fiestas de fin de año.
Todos estos días aprovechó Petro para ayudar a sus padres en el tema de la matanza que conlleva una serie de trabajos como destazar el cerdo, separar las hojas de tocino, preparar y salar los jamones, elaborar los chorizos y cosas similares.
Aunque era partidario de hablar con todo el mundo, en esta ocasión Petro se abstenía de hacerlo, pues temía que lo de ir a la fábrica no resultara y no quería volver al pueblo con la cabeza gacha. Estaba deseando que pasara la fiesta de los Reyes para ver como iría todo.
Su pueblo, como los demás por aquella época, rebosaba de gente, pues los emigrantes habían regresado por las fiestas, aunque días después los autobuses de línea regresarían a la capital llenos de nuevo y el pueblo volvería a quedarse vacío. Disfrutó mucho de su pueblo como si tuviera el presentimiento de que ja jamás volvería a vivir aquella paz a la que estaba acostumbrado. Durante esos días aprendió más del pueblo que en todos los años que llevaba. Intuía que ya no lo volvería a disfrutar como hasta ahora. Se aprendió cada rincón y apreció el gesto de la mirada de los viejos. Ahora solamente podría volver una vez al año y muchas de aquellas gentes cada vez que volviera habrían desaparecido.
No quiso enamorarse de ninguna chica de la aldea. Se hacía necesario solucionar “el porvenir” yendo a trabajar a la ciudad. Hasta no tener algo seguro no pensaba en absoluto en formar una familia. Todo ello a pesar de que muchas chicas se les mostraban, pues, aunque él no hubiera dicho nada, ya circulaba por el pueblo que se iba a trabajar a la ciudad, nada menos que a una fábrica de coches.
IV
Pasadas las fiestas de Navidad, fin de año y Reyes, Petro volvió a la fábrica como tenía concertado. Fue muy amistosamente recibido en la sección de personal, ya que la recomendación que traía era de un alto cargo del régimen. Pasó a una salita, donde también había otras personas con aspecto de más campesino que él, pero peor vestidos. Él se había presentado con el traje de los domingos para causar la mejor impresión posible. Recordaba, mientras esperaba, las palabras de sus mayores: ¡Que nadie tenga que decir nada de ti! No pasó mucho rato cuando oyó una voz femenina que dijo: ¡Petro di Coppola Valderaduey! ¡Presente!, respondió el chico. La secretaria le condujo de nuevo hasta las dependencias del Servicio de Personal.
Bien, Pedro, prefiero llamarle así porque ese nombre italiano que Vd. lleva Petro o Pietro, se me hace difícil el pronunciarlo así que, si Vd. no lo toma a mal, desde este momento le llamaremos Pedro. No se preocupe, señor, respondió Petro, en realidad todos mis amigos y paisanos me llaman así, otra cosa es el tema de los papeles en los cuales hay que escribir bien el nombre.
Bueno, Pedro, eres un joven con suerte. Acabas de ser aceptado como trabajador en esta empresa de automóviles. Estarás quince días a prueba y, si los superas, pasaras a formar parte de plantilla. De momento te será asignado el puesto de ayudante especialista y va a consistir en ayudar y suministrar materiales en la sección de montaje de motores. Pasado un tiempo si aprendes y te adaptas puedes pasar a ser especialista. El salario que te ofrecemos es de los más elevados de la región y los componentes de esta sección y fábrica están muy contentos. En realidad se sienten halagados y forman parte de los trabajadores mejor pagados de Valladolid. Aquí te presento al Sr. Equis que será tu encargado y te ayudará a introducirte en la realización de tus deberes. El expediente de presentación que se me ha hecho llegar con respecto a ti lo hemos tenido en cuenta por su alta representatividad. Espero y esperamos que estés a la altura de las circunstancias y sepas agradecer el favor que se te hace entrando a formar parte de esta gran familia que somos todos y que deseamos te integres sin ningún tipo de reservas. Cualquier problema que pudiera acontecerte lo puedes consultar con el Sr. Equis, tu encargado y, en todo caso, ya sabes que puedes dirigirte a la Sección de Personal donde siempre estaremos dispuestos a ayudarte en cualquier tipo de dificultad, ya sea de carácter laboral o personal.
Dicho esto Pedro quedó a la disposición de Sr. Equis, su encargado que lo bajo al taller. Allí buscó a uno de los trabajadores que estaba encargado de la recepción de los nuevos llegados y de enseñarles las tareas a que serían destinados. No obstante el Sr. Equis le dijo: ¡Bienvenido chaval! Aquí lo pasarás bien si haces todo cuanto se te manda. Para cualquier problema te diriges a mí. No te hagas mucho caso de algunos compañeros, o que te dirán serlo, y que procuran escurrir el bulto. No te hagas caso de esos rollos de sindicatos ni de gente que hable de política. Tú tienes una buena recomendación y sería una lástima que dejases llevar por ese tipo de personas que solamente persiguen destruir la harmonía en el trabajo y buscan la desorganización social.
Dicho esto el Sr. Equis le presentó al trabajador que habría de enseñarle cómo funcionaba su puesto. Este no consistía en otra cosa que suministrar material a la cadena de montaje. Para ello se ayudaría de un traspalet que le serviría para ir a buscar material al almacén y surtir de las diversas piezas los diferentes puestos. Por supuesto se le enseñó a manejar el traspalet que era una especia de carretilla eléctrica, en la cual se podía subir y conducir con el volante en forma de cruz que servía para conducirla y para elevar los palets u otros elementos de carga.
Como Pedro estaba acostumbrado a las rudas tareas del campo, aquello le pareció coser y cantar, al menos los primeros quince días en los cuales desarrolló muy bien su trabajo. Con el paso de esos días pasó a ser fijo en plantilla lo cual se lo comunicó el Sr. Equis. También empezó a recibir la correspondiente soldada y le faltó tiempo para enviar a sus padres parte de la paga, pues nunca había visto tanta abundancia de dinero.
V
Los compañeros lo miraban con un poco de recelo, pues sospechaban que podría tratarse de un enchufado olvidando que muchos de ellos lo habían sido a través del cura o el alcalde de su pueblo, pero, ya se sabe, siempre se ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el suyo.
Así fueron pasando los meses y a Pedro se le ascendió a especialista. Siguió unos cursos de adaptación y lo metieron en la cadena de montaje. Durante los primeros días algunos compañeros le hacían barrabasadas y entorpecían su trabajo, pero viendo que trabajaba bien, finalmente lo aceptaron como compañero. Esto sí, le amaestraron que nada de poner una tuerca más de las estipuladas. Se convirtió, Pedro, en un verdadero maestro en el manejo del atornillador neumático.
Habían pasado las vacaciones del año 1975 y España rezumaba una inquietud social. Se hablaba de que El Caudillo estaba enfermo y se avecinaban cambios. Los “rojos” comenzaron a organizar asambleas que cada vez eran menos clandestinas. Se organizaron paros parciales y, al ver que todos abandonaban la cadena, Pedro no tuvo más remedio que seguir a sus compañeros. Esto le costó serias reprimendas por parte del Sr. Equis. En la prensa local se reflejaba esta inquietud social. Su padre le escribía y le aconsejaba que no se metiera en berenjenales. Pedro estaba atemorizado.
De las asambleas semiclandestinas se pasó a la acción callejera y la ciudad tomó movimiento. En las asambleas se daban consignas de reunirse en tal sitio. Hacer una espantada y desorientar a las fuerzas de orden público para reunirse de nuevo en diversos lugares y traer a los “grises” en jaque. Los grises eran la Policía Armada. Los lugares más escogidos eran La Plaza de España, La Plaza de Zorrilla, la Plaza Mayor, las calles más representativas del barrio de La Rondilla y de Las Delicias. Cuando había cargas y una posibilidad de no escapar muchos manifestantes se refugiaban en las iglesias que, en aquellos días, permanecían con las puertas abiertas. La policía solía usar tanquetas y disparaba bolas de goma. En el encuentro cara a cara utilizaban las vergas que las manejaban muy bien. Los manifestantes también utilizaban objetos a su alcance y no era raro que resultaran heridos en estas refriegas.
VI
Un día 20 de Noviembre murió El Caudillo por enfermedad y porque ya era mayor. Esto aceleró el planteamiento de la vuelta a la normalidad democrática a pesar de que, él, ya lo había dejado todo “atado y bien atado”. Pero como sucede siempre, todo lo que se ata se puede desatar. Esto hizo el pueblo español a través de un largo proceso que resultó ser la envidia del mundo por su desarrollo pacífico.
No obstante, para acreditar ante el mundo esta necesidad de democratización de España, las fuerzas políticas, de derechas y de izquierdas, propiciaron la revuelta popular en las fábricas y tajos. Se llamó a la “Huelga General”, que no se produjo, pero sí paros en los diversos tajos y fábricas de la nación. En Valladolid no hubo tajo superior a 100 trabajadores que no parara. En la fábrica de automóviles rondó el paro cerca de dos meses y en otras fábricas de neumáticos, de nitratos y otras factorías del ramo de químicas rondaron los paros y la “huelga ilegal” en torno a los dos meses. Hubo cientos de despedidos y represaliados. Los principales dirigentes sindicales en la clandestinidad y los dirigentes de los principales partidos de la izquierda democrática que ya venían operando fueron desafectados de sus trabajos y, como los despidos no se reconocieron “procedentes”, fueron indemnizados con fuertes sumas. Como consecuencia de estos despidos hubo que reorganizar las “Juntas Sindicales” y los “Jurados de Empresa”. Se realizaron elecciones sindicales parciales dentro del organigrama de la Organización Sindical, si bien los candidatos pertenecían por voluntad o por presión a las organizaciones sindicales clandestinas. Se utilizaba el entramado legal de los Sindicatos Verticales, pero allí ya no había ningún verticalista.
Al comenzar el proceso de “normalización” tuvieron lugar las negociaciones de los nuevos convenios colectivos. Hubo fuertes subidas salariales y nuevas condiciones de trabajo más abocadas a la “productividad” que a la garantía de bienestar social. La Paz de la Organización Sindical oficial se había roto. Los trabajadores comenzaban a funcionar con sus propios criterios, pero La Patronal también.
Este fue un pequeño período de transición, pues más adelante surgieron decretos en los que se reconocía la libre organización de los trabajadores y patronos. Eran los tiempos en que el que fuera posteriormente presidente de la nación y, en aquellos momentos jefe de gobierno y Secretario General del Movimiento, Adolfo Suárez, preparara la transición con una nueva agrupación de complejos contenidos llamada UCD o Unión de Centro Democrático. Se fueron legalizando los diversos partidos clásicos como el PSOE y el PCE. En 1977 habría elecciones generales en las que saldría elegido Adolfo Suárez, pero ya antes en las fábricas se habían sentado las bases de las nuevas formas de trabajo “competitivas”.
A Pedro le tocó vivirlas ya desde su comienzo en la cadena. Cada día se le exigía más y más. Bien es verdad que los salarios subían a un ritmo similar al de la inflación que se situaba en porcentajes de un 28% anual y que absorbían las mejoras. Durante un cierto tiempo mejoró el poder adquisitivo de los trabajadores y empeoraron sus condiciones de trabajo. A lo largo del tiempo las cadencias en la cadena se hacían más insoportables y los salarios iban perdiendo ese poder adquisitivo ganado durante el primer período de “La Transición”. Muchos de estos trabajadores tenían que tomar la baja por enfermedad laboral ocasionada por el stress o los accidentes.
Con la llegada de la “democracia”, donde se han conservado muchas de las leyes represivas antiguas, las condiciones de Pedro y en general las de millones de trabajadores, han empeorado. Las empresas van liquidando la plantilla antigua y contratan a trabajadores en condiciones que ni el franquismo toleraba. Existen los llamados “contratos basura” que ocupan al 75% de las nuevas plantillas en los servicios y la industria. Estos contratos se han negociado con gobiernos del Partido Socialista y con gobiernos del Partido Popular con la aquiescencia de la mayoría de las “organizaciones sindicales democráticas” en las que sus dirigentes no saben dónde se encuentran las fábricas ni los tajos, pero que negocian los derechos de los demás. Han pasado a formar parte de la burocracia explotadora que succiona al trabajador. Los partidos de izquierda no son tales, son meros comparsas del gobierno de turno.
Ahora Pedro comprende lo que significaba eso de “atado y bien atado”. Es decir cambiar todo sin que nada se mueva. Él ya va para la jubilación y cualquier día de estos lo mandan para casa robándole el 30% o más de la jubilación que le correspondería en un país democrático. Hace años, por la fecha en que entró en la cadena, se casó con una moza de La Parrilla. Ha tenido hijos. El Sr. Equis ya hace años que se marchó. Los hijos de Pedro no encuentran un trabajo digno, únicamente, de vez en cuando, algún contrato basura que no les da para vivir. Mientras tanto la “economía española” crece a unos ritmos que garantizan beneficios fabulosos a los especuladores y a los grandes monopolios.
Hay muchos de estos hijos, similares a los de Pedro, que echan la culpa a sus padres por no haber sabido luchar y se olvidan, de que siendo ya mayores, ellos no han hecho absolutamente nada ni se vislumbra que lo hagan.
En realidad, concluyo en que la vida de Petro-Pedro ha sido una vida de sufrimiento al servicio de los demás. Una vida de sacrificio como la de la mayor parte de los hijos de la postguerra nacida del enfrentamiento fraticida 1936-39. Conoció las sopas de ajo y los garbanzos, nunca la fruta en sus años de niñez. La vara del maestro y las preocupaciones por la subsistencia de sus padres. Nuestros hijos de hoy: ¿Conocen todas esas cosas?
Luis Pelayo Fernández