Cuentos e historias de nuestra Tierra del Pan, Alba y Aliste VII - Por tierra de Campusinos
Cuento con origen : Muelas del Pan
POR TIERRA DE CAMPUSINOS
(VII)
El Bar del Mesón de Alba y Aliste está a tope. Estamos en la época de verano y las fiestas de Nuestra Sra. de la Asunción ya se acercan. El pueblo entero ya comienza a oler a costillas de marrano. Son las cuatro de la tarde y allí se encuentran, entre otras muchas personas, José María el Panadero, Toño El Rockero, el Sr. Portu de múltiples raíces como la ricobayina, la campusina, la portuguesa y algunas otras que ahora no recuerdo. Toño habla de la música y pide a María: ¡Oye tía, que me pongas un rock que es la marcha más bonita! Responde María: “Mira Toño, ni te pongo rock ni Dios que lo fundó, que tú estás de marcha del fin de semana, pero la gente no”. ¡Vale, tía, no te pongas así¡, responde Toño. El Panadero, que siente una especial predilección por los periódicos de los demás le pide a Luis que le dé la Opinión del día a cambio de un Norte atrasado. Luis, que tiene un aguante sin mesura, le dice: “ ten, léelo, pero cuando acabes me lo devuelves que los atrasados ya los he leído todos”. Angelucho está ojo avizor y espera un descuido de María para coger un huevo de pascua, de esos que llaman “Kinder Ei”, pero María que lo ve le dice que se retire de allí y que le va a dar un soplamocos si sigue acercándose a los huevos “Kinder”. Gelo se retira porque sabe que su mamá no bromea.
Los coches bajan y suben de la Playa. Aquello parece Santa Clara antes de ser peatonal. En esto que están tan animados observan que un autobús, larguísimo, se para junto al Mesón y que viene de la Playa. No tiene chófer, es una choferesa vestida de azul, muy elegante que Gelucho ya conoce. Enseguida la va a saludar, pues recuerda y reconoce que es la señora que le regala huevos de pascua. La abraza y le dice ¿Hola Señora! Ella le da un beso, pero no le da huevos. Dentro del autobús están Morena Nieves y Nányerie, viejas amigas de Gelo las cuales le saludan por las ventanas del autobús.
La Señora choferesa tiene sed y pide una Pepsi-Cola la cual María sirve dándole los buenos días. Todos se callan. Toño, que ve el autobús dice: ¡Vaya autobús, tío, nunca había visto una cosa igual! Manuel también se calla y El Panadero no dice ni mú. Maria, que ya conoce a la choferesa por la anterior excursión por el embalse, le perdona la pepsi y le pregunta que adónde van hoy de excursión. La choferesa responde a la ciudad de Villalcampo en cuyo lugar están invitados a una conferencia sobre costumbres antiguas del pueblo y a un piscolabis ofrecido por la Señora alcaldesa de la villa. Si se ha parado justo al lado del Mesón es por si alguien quiere subir al autobús, que va medio vacío. María responde que le gustaría mucho, pero que los deberes del establecimiento se lo impiden. En esos momentos llega la Sra. Ángela que dice: “pues si no ha de ser por mucho tiempo yo cuido del bar por un rato”. Gelo, que ha oído lo de la merienda insiste a su mamá, ¡Vamos!
La choferesa, siempre tan gentil y amable les dice que todos pueden ir y que no perderán ni un minuto, pues todos estarán de regreso a la misma hora en que partan. Todos, por el simple hecho de darse un paseo en aquel elegante autobús dijeron ¡Si…! y hasta Toño dijo: ¡Vale Tía! Ángela se quedó al cuidado del bar y el reloj se paró.
El autobús circuló hasta la plaza de El Sagrado donde se encuentra el Centro Cultural Campusino. Ya estaban todas las sillas preparadas y el disertante, un señor llamado Tomás, con las cuartillas de su discurso preparadas. El tema era una explicación sobre la vida de los niños en Villalcampo en los tiempos de la posguerra civil española. Don Tomás fue hilando muy bien su conferencia que hizo la delicia de niños y mayores. La señora alcaldesa, junto con algún otro miembro de la corporación municipal y la persona mayor del pueblo, presidían la mesa. Fueron treinta minutos de explicaciones intensas, algunas jocosas que despertaron la hilaridad de los asistentes. Toño pensaba para sus adentros: ¡Hay que ver como se explica este tío!, pero quedó muy sentado y sin alterar el acto. No hubo “ruegos ni preguntas” y, como la tarde se echaba encima, fueron todos a un espacio de Las Eras lleno de bancos y mesas donde tenía lugar el piscolabis. Allí había de todo: vino de “Arribes Norte”, cervezas con y sin, Coca-Cola, Pepsi-Cola, limonadas, agua de Calabor, morcillas y chorizos campusinos, ternera alistana, pan de José María y…. hasta una sopera llena de huevos ”Kinder”. Gelo siempre estuvo al lado de Morena Nieves. Toño se puso al lado de Nányerie y pensaba: “¡Que guapa es esta morenaza, tío!”. Manuel y el Panadero, dale que dale mientras daban cuenta de la moradilla, el tinto, el clarete y el chorizo. María, por condescendencia estuvo todo el tiempo al lado de choferesa. Luis iba acabando su crucigrama entre pincho y pincho y trago y trago un poco apartado de José Mari para que no le quitara el periódico, pues sabía de esa mala costumbre que tiene.
Al final del ágape la alcaldesa nos lanzó a todos una pequeña perorata ensalzando las virtudes de los campusinos e invitándonos a visitar su villa cuantas veces quisiéramos y que pregonásemos a los cuatro vientos las virtudes de esta linda tierra capital de Arribes Norte. Acabadas todas las ceremonias todos los viajantes se subieron en el superautobús y retornaron a Ricobayo de Alba, al Mesón. El reloj comenzó de nuevo a funcionar y Ángela se fue a su tienda. Nadie había entrado ni salido, pues era la misma hora en que partieron. Todos no hubieran dado crédito si no hubiera sido porque sus estómagos y cabezas estaban saturados.
Se despidieron unos de otros con lágrimas en los ojos y la choferesa se llevó a Nányerie y Morena Nieves. Toño se fue a dormir, pues le había pegado allí en Villalcampo. Manuel se fue a hacer una siestecica y José Mari tomó su furgoneta llegando a casa a la hora de costumbre. Todo el mundo hizo más o menos. Entonces se observó de nuevo el tráfico del camino de la Playa y la gente volvía a entrar y salir del Mesón. María dijo a Gelucho: “hoy te has portado bien, te regalo un “Kinder”. Gelu respondió: “ No mamá, no, por favor, no quiero más “Kinder”.
(VII)
El Bar del Mesón de Alba y Aliste está a tope. Estamos en la época de verano y las fiestas de Nuestra Sra. de la Asunción ya se acercan. El pueblo entero ya comienza a oler a costillas de marrano. Son las cuatro de la tarde y allí se encuentran, entre otras muchas personas, José María el Panadero, Toño El Rockero, el Sr. Portu de múltiples raíces como la ricobayina, la campusina, la portuguesa y algunas otras que ahora no recuerdo. Toño habla de la música y pide a María: ¡Oye tía, que me pongas un rock que es la marcha más bonita! Responde María: “Mira Toño, ni te pongo rock ni Dios que lo fundó, que tú estás de marcha del fin de semana, pero la gente no”. ¡Vale, tía, no te pongas así¡, responde Toño. El Panadero, que siente una especial predilección por los periódicos de los demás le pide a Luis que le dé la Opinión del día a cambio de un Norte atrasado. Luis, que tiene un aguante sin mesura, le dice: “ ten, léelo, pero cuando acabes me lo devuelves que los atrasados ya los he leído todos”. Angelucho está ojo avizor y espera un descuido de María para coger un huevo de pascua, de esos que llaman “Kinder Ei”, pero María que lo ve le dice que se retire de allí y que le va a dar un soplamocos si sigue acercándose a los huevos “Kinder”. Gelo se retira porque sabe que su mamá no bromea.
Los coches bajan y suben de la Playa. Aquello parece Santa Clara antes de ser peatonal. En esto que están tan animados observan que un autobús, larguísimo, se para junto al Mesón y que viene de la Playa. No tiene chófer, es una choferesa vestida de azul, muy elegante que Gelucho ya conoce. Enseguida la va a saludar, pues recuerda y reconoce que es la señora que le regala huevos de pascua. La abraza y le dice ¿Hola Señora! Ella le da un beso, pero no le da huevos. Dentro del autobús están Morena Nieves y Nányerie, viejas amigas de Gelo las cuales le saludan por las ventanas del autobús.
La Señora choferesa tiene sed y pide una Pepsi-Cola la cual María sirve dándole los buenos días. Todos se callan. Toño, que ve el autobús dice: ¡Vaya autobús, tío, nunca había visto una cosa igual! Manuel también se calla y El Panadero no dice ni mú. Maria, que ya conoce a la choferesa por la anterior excursión por el embalse, le perdona la pepsi y le pregunta que adónde van hoy de excursión. La choferesa responde a la ciudad de Villalcampo en cuyo lugar están invitados a una conferencia sobre costumbres antiguas del pueblo y a un piscolabis ofrecido por la Señora alcaldesa de la villa. Si se ha parado justo al lado del Mesón es por si alguien quiere subir al autobús, que va medio vacío. María responde que le gustaría mucho, pero que los deberes del establecimiento se lo impiden. En esos momentos llega la Sra. Ángela que dice: “pues si no ha de ser por mucho tiempo yo cuido del bar por un rato”. Gelo, que ha oído lo de la merienda insiste a su mamá, ¡Vamos!
La choferesa, siempre tan gentil y amable les dice que todos pueden ir y que no perderán ni un minuto, pues todos estarán de regreso a la misma hora en que partan. Todos, por el simple hecho de darse un paseo en aquel elegante autobús dijeron ¡Si…! y hasta Toño dijo: ¡Vale Tía! Ángela se quedó al cuidado del bar y el reloj se paró.
El autobús circuló hasta la plaza de El Sagrado donde se encuentra el Centro Cultural Campusino. Ya estaban todas las sillas preparadas y el disertante, un señor llamado Tomás, con las cuartillas de su discurso preparadas. El tema era una explicación sobre la vida de los niños en Villalcampo en los tiempos de la posguerra civil española. Don Tomás fue hilando muy bien su conferencia que hizo la delicia de niños y mayores. La señora alcaldesa, junto con algún otro miembro de la corporación municipal y la persona mayor del pueblo, presidían la mesa. Fueron treinta minutos de explicaciones intensas, algunas jocosas que despertaron la hilaridad de los asistentes. Toño pensaba para sus adentros: ¡Hay que ver como se explica este tío!, pero quedó muy sentado y sin alterar el acto. No hubo “ruegos ni preguntas” y, como la tarde se echaba encima, fueron todos a un espacio de Las Eras lleno de bancos y mesas donde tenía lugar el piscolabis. Allí había de todo: vino de “Arribes Norte”, cervezas con y sin, Coca-Cola, Pepsi-Cola, limonadas, agua de Calabor, morcillas y chorizos campusinos, ternera alistana, pan de José María y…. hasta una sopera llena de huevos ”Kinder”. Gelo siempre estuvo al lado de Morena Nieves. Toño se puso al lado de Nányerie y pensaba: “¡Que guapa es esta morenaza, tío!”. Manuel y el Panadero, dale que dale mientras daban cuenta de la moradilla, el tinto, el clarete y el chorizo. María, por condescendencia estuvo todo el tiempo al lado de choferesa. Luis iba acabando su crucigrama entre pincho y pincho y trago y trago un poco apartado de José Mari para que no le quitara el periódico, pues sabía de esa mala costumbre que tiene.
Al final del ágape la alcaldesa nos lanzó a todos una pequeña perorata ensalzando las virtudes de los campusinos e invitándonos a visitar su villa cuantas veces quisiéramos y que pregonásemos a los cuatro vientos las virtudes de esta linda tierra capital de Arribes Norte. Acabadas todas las ceremonias todos los viajantes se subieron en el superautobús y retornaron a Ricobayo de Alba, al Mesón. El reloj comenzó de nuevo a funcionar y Ángela se fue a su tienda. Nadie había entrado ni salido, pues era la misma hora en que partieron. Todos no hubieran dado crédito si no hubiera sido porque sus estómagos y cabezas estaban saturados.
Se despidieron unos de otros con lágrimas en los ojos y la choferesa se llevó a Nányerie y Morena Nieves. Toño se fue a dormir, pues le había pegado allí en Villalcampo. Manuel se fue a hacer una siestecica y José Mari tomó su furgoneta llegando a casa a la hora de costumbre. Todo el mundo hizo más o menos. Entonces se observó de nuevo el tráfico del camino de la Playa y la gente volvía a entrar y salir del Mesón. María dijo a Gelucho: “hoy te has portado bien, te regalo un “Kinder”. Gelu respondió: “ No mamá, no, por favor, no quiero más “Kinder”.
Estulano