¡VA POR ELLOS!
(Castronuevo de los Arcos)
Caminando por tus calles silenciosas, recuerdo tiempos pasados; aquel
seto que se me antojaba altísimo y que ahora, por el efecto de las lluvias, ha
menguado considerablemente hasta convertirse en un montículo al que
resultaría fácil ascender si no fuera por la profusa maleza y cientos de
cardos que instan a los curiosos a desistir en su ascenso.
Camino hacia la rotonda que deja la iglesia a la derecha del seto y me
dirijo a la antigua panadería, situada en un altozano que mira al río. Allí,
cuando era pequeña, acompañaba a mi madre a hacer todo tipo de dulces
para festejar un acontecimiento importante, ya que utilizaban las máquinas
y el horno de la tahona y cada mujer cocinaba sus propios postres. Un olor
delicioso a bizcocho impregnaba el lugar e incluso se percibía fuera de la
panadería. Aquel era también un punto de encuentro de muchas mujeres que
tenían por costumbre reunirse poco antes de cada festividad y endulzaban
los paladares de familiares y vecinos con los brazos de gitano, rosquillas,
aceitadas, pastas o magdalenas que ellas mismas hacían.
Calle abajo, dejando atrás una parte del pueblo que eran traseras y
corrales de casas, había una vaquería cuyos animales pastaban en el corral y,
a veces, las dejaban sueltas cerca del rio. Eran animales obedientes, que se
dedicaban tan solo a comer y a dejarse ordeñar. Me apenó que, en mi última
visita al pueblo, ya no existieran porque su dueño se jubiló y no hubo relevo
generacional. Este oficio, como tantos otros de los pueblos, se van
perdiendo y toda una vida de costumbres, rutinas, hábitos e historia se
pierden con ellos. Apenas existe ganadería, si acaso y con suerte, se ve
algún rebaño de ovejas; también han desaparecido los animales domésticos:
pollos, gallinas, conejos y cerdos que habitan en diferentes espacios en el
corral. Ahora la gente no hace matanza, porque resulta más cómodo comprar
la carne, los chorizos o el jamón en las tiendas de la ciudad.
Mi pueblo ya no es mi pueblo, camino entre añoranzas de personas y
hechos pasados que ya no existen. Castronuevo está vacío y tan solo un
grupo de jóvenes viven empeñado en resurgir tradiciones; a fuerza de
esfuerzo y a golpe de recuerdo van recreando tiempos pasados. ¡Va por
ellos!
Mª Soledad Martín Turiño