UN PUEBLO VARIOPINTO
Relato con origen : Castronuevo de los Arcos
No cabe duda de que los españoles somos un pueblo variopinto; conservamos en nuestro ADN rastros de la picaresca que con tanto ingenio se relataba en el “Lazarillo de Tormes” o “El Guzmán de Alfarache” y continuamos en esa línea hoy en día; raro es el español que no ha vivido, ya sea en carne propia o en los demás, rastros de esta picaresca.
La RAE define la palabra pícaro en sus diferentes acepciones como: “tramposo y desvergonzado”, “listo y despabilado”, “dañoso y malicioso en su línea” y “personaje de baja condición, astuto, ingenioso y de mal vivir”. Trasladando estas características a nuestros días no resulta difícil pensar en personajes públicos que encajan con estas definiciones, algunos incluso de reconocido prestigio, ladrones de guante blanco y estafadores de medio pelo, unos entre rejas, y otros campando libremente pero que, en su momento, se consideraron intocables e incluso respetados por la sociedad.
Hay también otros que juegan con la mentira y la disfrazan de verdad en un engañoso equilibrio; bajo mi punto de vista (sobre todo si ocupan cargos públicos cuyas decisiones nos afectan a todos), es otra forma de picaresca no menos reprobable y debido a su posición social aunque su ladronicio sea público y notorio, no van a ser juzgados por un tribunal, aunque lo sean por el conjunto de la sociedad; todos son, en definitiva, vulgares ladrones que han hecho del robo su profesión y han vivido como privilegiados a costa de los demás. Nada ha cambiado desde que nació la novela picaresca allá por el siglo XVI.
Sin embargo, los españoles tenemos la dicotomía de la picaresca y también del quijotismo, esa exageración en los sentimientos caballerosos, el engreimiento y el orgullo que manifestamos en determinadas situaciones y que retratan al genial quijote de Cervantes, aunque a veces topemos también con molinos creyendo que son gigantes imaginarios. En algunas regiones españoles este fenómeno está muy arraigado, aunque el concepto de idealismo y las personas que lo profesan se extienda por todas partes. Somos un pueblo de pícaros y quijotes, pero también solidarios, extrovertidos, sociables, espontáneos e imprevisibles; somos un pueblo variopinto como lo son sus provincias, con características que nos enriquecen debido a la diversidad de culturas que históricamente se han asentado en nuestra tierra dejando su impronta en cultura, traiciones, léxico o festividades. En estos meses de confinamiento y atípica normalidad podemos darnos cuenta de la cantidad de festividades que se celebran en España a lo largo del año, ya sean de ámbito regional, autonómico o nacional puede decirse que sabemos señalar los días y conmemorar con diferentes eventos cada festejo por los que somos conocidos en medio mundo.
La RAE define la palabra pícaro en sus diferentes acepciones como: “tramposo y desvergonzado”, “listo y despabilado”, “dañoso y malicioso en su línea” y “personaje de baja condición, astuto, ingenioso y de mal vivir”. Trasladando estas características a nuestros días no resulta difícil pensar en personajes públicos que encajan con estas definiciones, algunos incluso de reconocido prestigio, ladrones de guante blanco y estafadores de medio pelo, unos entre rejas, y otros campando libremente pero que, en su momento, se consideraron intocables e incluso respetados por la sociedad.
Hay también otros que juegan con la mentira y la disfrazan de verdad en un engañoso equilibrio; bajo mi punto de vista (sobre todo si ocupan cargos públicos cuyas decisiones nos afectan a todos), es otra forma de picaresca no menos reprobable y debido a su posición social aunque su ladronicio sea público y notorio, no van a ser juzgados por un tribunal, aunque lo sean por el conjunto de la sociedad; todos son, en definitiva, vulgares ladrones que han hecho del robo su profesión y han vivido como privilegiados a costa de los demás. Nada ha cambiado desde que nació la novela picaresca allá por el siglo XVI.
Sin embargo, los españoles tenemos la dicotomía de la picaresca y también del quijotismo, esa exageración en los sentimientos caballerosos, el engreimiento y el orgullo que manifestamos en determinadas situaciones y que retratan al genial quijote de Cervantes, aunque a veces topemos también con molinos creyendo que son gigantes imaginarios. En algunas regiones españoles este fenómeno está muy arraigado, aunque el concepto de idealismo y las personas que lo profesan se extienda por todas partes. Somos un pueblo de pícaros y quijotes, pero también solidarios, extrovertidos, sociables, espontáneos e imprevisibles; somos un pueblo variopinto como lo son sus provincias, con características que nos enriquecen debido a la diversidad de culturas que históricamente se han asentado en nuestra tierra dejando su impronta en cultura, traiciones, léxico o festividades. En estos meses de confinamiento y atípica normalidad podemos darnos cuenta de la cantidad de festividades que se celebran en España a lo largo del año, ya sean de ámbito regional, autonómico o nacional puede decirse que sabemos señalar los días y conmemorar con diferentes eventos cada festejo por los que somos conocidos en medio mundo.
Mª Soledad Martín Turiño