TÚ, YO, PASADO Y FUTURO
(Castronuevo de los Arcos)
Lloro tu ausencia aún antes de que te vayas porque nada es peor que la soledad en compañía, cuando nadie te espera, ni se preocupa por tus sueños, ni los comparte contigo. Lloro tu ausencia porque, pese a estar al lado, no disfruto de ti, ni veo tus ojos, ni escucho tus palabras articuladas tan perfectamente, o incluso tus contradicciones que, también, articulas perfectamente.
A veces te veo caminando por la calle, como a un extraño, nos detenemos un momento y nos saludamos siguiendo las normas que dicta la cortesía, y aunque me gustaría abordarte y contarte muchas cosas, nuestra conversación solo resume unas cuantas banalidades propias de un encuentro ocasional. Luego, cuando cada uno regresa a su mundo, me arrepiento de no haber sido más audaz, de no haberme importado los convencionalismos y haber permanecido allí, en medio de la acera, molestando a los viandantes, durante todo el tiempo que hubiera deseado.
Hoy rompo el silencio con un grito ensordecedor que ha salido desde lo más profundo de mí; supongo que necesitaba ese desahogo y, sin apenas ser consciente, he dado rienda suelta a un alarido de guerra que anhela la paz; un aullido de socorro, de romper las normas, ir en contra de lo establecido, saltarse las reglas y no temer a las consecuencias.
Ha sido demasiado tiempo guardando unas normas con las que no siempre estuve de acuerdo pero, como las aprendí a fuerza de martillo, se han quedado bien clavadas en mi mente. Hoy, en esta última etapa de mi vida que precede a alcanzar esa otra existencia que, tan bien me inculcaron, quiero ser yo misma aunque sea tarde, aunque nadie me crea ni me siga, aunque les parezca una locura impropia de mi edad. Que se preparen todos porque voy a sorprender a más de uno: saltaré barreras, viajaré sin rumbo con billete solo de ida, caminaré bajo la lluvia, me alimentaré o dormiré únicamente cuando me lo pida el cuerpo sin atender a los horarios establecidos, reiré si me apetece aun cuando haya que mostrar seriedad, descartaré la mesura y viviré de acuerdo a aquello que sienta en cada momento. Son intenciones sencillas que siempre he cumplido porque había que estar a la altura de las circunstancias, de lo que exigía la sociedad en ese momento; entonces era joven y me vi obligada a seguir todos los pasos que otros habían prescrito y no quise rebelarme para no perjudicar a los demás, a aquellos que dependían de mí o estaban conmigo.
Hoy, sin embargo, estoy sola y libre y pretendo dedicarme a mi persona, haciendo todo aquello que siempre quise antes de que las parcas vengan a buscarme e impidan que satisfaga tales sueños.
Mª Soledad Martín Turiño