LO QUE TRAEN LAS ELECCIONES
Relato con origen : Castronuevo de los Arcos
Anda revolucionado el personal de cara a las elecciones de mayo para las alcaldías y las presidencias de algunas comunidades autónomas. En nuestro caso, en Zamora, serán solo elecciones municipales, ya que la mal llamada comunidad de Castilla y León se mantiene sin comicios, y eso que con las ultimas noticias de desencuentro entre los socios de esa presidencia bicéfala, no provocan más que noticias negativas y el nombre de Zamora, lejos de ser motivo de orgullo para los zamoranos, lo convierten en un tema de desprestigio por culpa de declaraciones desafortunadas o directamente insensatas de alguien que no piensa ni consensúa antes de hablar.
Hoy quiero referirme a los candidatos de los pueblos zamoranos que se presentan a regidores de ayuntamientos pequeños, en pueblos donde todos se conocen. Sé de buena tinta que, incluso entre los vecinos, llegan a situaciones límite como no dirigirse la palabra por pertenecer o simpatizar cada uno a un partido diferente; y siempre me viene a la memoria la escena aquella del “disputado voto del señor Cayo”, del gran Delibes, cuando el candidato de la ciudad va a pedir el voto a un pueblo habitado solo por dos vecinos que no se dirigían la palabra.
Aquella escena me conmovió porque la frase aquella de “pocos y mal avenidos” fue recurrente durante el tiempo que viví en el pueblo. Es una pena que la poca gente que reside en esas villas yermas por la despoblación, no pueda hablar con naturalidad y respeto cuando las opiniones sean diferentes, sin que haya consecuencias negativas. También los candidatos que se presentan han de blindarse para que los comentarios no les afecten porque, lejos de escuchar de sus conciudadanos opciones para la mejora del pueblo, lo que escuchan son ácidas críticas.
Lo tienen difícil todos, con el agravamiento añadido de que los zamoranos se alegran más con el fracaso ajeno que con el triunfo propio y aún persiste muy acendrada esa sensación de inferioridad, de apocamiento y de subordinación que muchos han mamado desde la infancia. Con todo, los próximos comicios, serían un punto de partida para apoyar a aquel candidato que estuviera dispuesto a hacer más y mejores cosas por el pueblo, en beneficio de todos.
Por tanto, mucha cordura, mucha sensatez y ningún prejuicio a la hora de elegir al mejor; pero, sobre todo, respeto para todos: candidatos y vecinos, respeto a quien vote diferente, a quien opine distinto, no acabemos como el pueblo aquel que refleja magistralmente Delibes: un lugar donde hubieran podido convivir felices e independientes sus dos únicos vecinos, y acabaron separados y odiándose el uno al otro.
Hoy quiero referirme a los candidatos de los pueblos zamoranos que se presentan a regidores de ayuntamientos pequeños, en pueblos donde todos se conocen. Sé de buena tinta que, incluso entre los vecinos, llegan a situaciones límite como no dirigirse la palabra por pertenecer o simpatizar cada uno a un partido diferente; y siempre me viene a la memoria la escena aquella del “disputado voto del señor Cayo”, del gran Delibes, cuando el candidato de la ciudad va a pedir el voto a un pueblo habitado solo por dos vecinos que no se dirigían la palabra.
Aquella escena me conmovió porque la frase aquella de “pocos y mal avenidos” fue recurrente durante el tiempo que viví en el pueblo. Es una pena que la poca gente que reside en esas villas yermas por la despoblación, no pueda hablar con naturalidad y respeto cuando las opiniones sean diferentes, sin que haya consecuencias negativas. También los candidatos que se presentan han de blindarse para que los comentarios no les afecten porque, lejos de escuchar de sus conciudadanos opciones para la mejora del pueblo, lo que escuchan son ácidas críticas.
Lo tienen difícil todos, con el agravamiento añadido de que los zamoranos se alegran más con el fracaso ajeno que con el triunfo propio y aún persiste muy acendrada esa sensación de inferioridad, de apocamiento y de subordinación que muchos han mamado desde la infancia. Con todo, los próximos comicios, serían un punto de partida para apoyar a aquel candidato que estuviera dispuesto a hacer más y mejores cosas por el pueblo, en beneficio de todos.
Por tanto, mucha cordura, mucha sensatez y ningún prejuicio a la hora de elegir al mejor; pero, sobre todo, respeto para todos: candidatos y vecinos, respeto a quien vote diferente, a quien opine distinto, no acabemos como el pueblo aquel que refleja magistralmente Delibes: un lugar donde hubieran podido convivir felices e independientes sus dos únicos vecinos, y acabaron separados y odiándose el uno al otro.
Mª Soledad Martín Turiño