LAS CIGUEÑAS
Relato con origen : Castronuevo de los Arcos
Las cigüeñas se acercan al río de mi pueblo, el Valderaduey, para adquirir el alimento que esperan sus polluelos en el enorme nido que han construido compactando ramas y barro en un costado de la torre de la iglesia que se ve desde todo el pueblo. Cuando tienen los picos llenos de comida: algún insecto, ranas o pequeños peces, elevan el vuelo hacia el campanario extendiendo sus enormes alas que baten grácilmente hasta llegar a sus crías que las reciben con un comprensible alborozo y revoloteo dentro del nido. Luego, cuando los cigoñinos están satisfechos, deben hacer un nuevo viaje al río para conseguir su propio alimento antes de regresar al nidal y reunirse, de nuevo, toda la familia.
Me gusta la estampa que proyectan estos animales: su porte elegante a pesar de la enorme envergadura de su cuerpo, el contrastado colorido de su plumaje blanco con las puntas de las alas negras, las patas largas y estilizadas y el característico pico rojizo que las distingue de otras aves.
A veces, durante la tarde, cuando el silencio es más nítido, se escucha su crotoreo que, desde su mayestática posición elevada, parece una llamada a que el pueblo alce la vista para contemplarlas deleitándonos al escuchar como entrechocan sus mandíbulas provocando ese cantar característico. El hecho de que año tras año regresen al mismo lugar como si fuera una cita de obligado cumplimiento me agrada aún más porque, con su llegada al pueblo, se renueva la ilusión de la primavera, de los días soleados y de su compañía.
Históricamente han engañado a los niños con la conocida leyenda escandinava de que son las cigüeñas las que traen a los bebés al mundo colgados de sus enormes picos, evitando así dar una respuesta más realista y menos comprometida. Este cuento perdura hasta nuestros días y sirve para que los niños se queden boquiabiertos observando estos magníficos animales que, además de anidar en las torres más altas, tienen la facultad de traer al mundo a niños como ellos haciendo un mágico viaje que pone punto final cuando llegan a las casas de familias como las suyas dejando con sumo cuidado el atillo volandero que esconde el ansiado recién nacido.
Me gusta la estampa que proyectan estos animales: su porte elegante a pesar de la enorme envergadura de su cuerpo, el contrastado colorido de su plumaje blanco con las puntas de las alas negras, las patas largas y estilizadas y el característico pico rojizo que las distingue de otras aves.
A veces, durante la tarde, cuando el silencio es más nítido, se escucha su crotoreo que, desde su mayestática posición elevada, parece una llamada a que el pueblo alce la vista para contemplarlas deleitándonos al escuchar como entrechocan sus mandíbulas provocando ese cantar característico. El hecho de que año tras año regresen al mismo lugar como si fuera una cita de obligado cumplimiento me agrada aún más porque, con su llegada al pueblo, se renueva la ilusión de la primavera, de los días soleados y de su compañía.
Históricamente han engañado a los niños con la conocida leyenda escandinava de que son las cigüeñas las que traen a los bebés al mundo colgados de sus enormes picos, evitando así dar una respuesta más realista y menos comprometida. Este cuento perdura hasta nuestros días y sirve para que los niños se queden boquiabiertos observando estos magníficos animales que, además de anidar en las torres más altas, tienen la facultad de traer al mundo a niños como ellos haciendo un mágico viaje que pone punto final cuando llegan a las casas de familias como las suyas dejando con sumo cuidado el atillo volandero que esconde el ansiado recién nacido.
Mª Soledad Martín Turiño