EL MISTERIO DE LA NOCHE
Relato con origen : Castronuevo de los Arcos
Decía Virginia Wolf que es en nuestros sueños cuando a veces aflora la verdad sumergida. En apenas veinte minutos se apagarán las luces de la habitación, la cabeza se recostará suavemente en la almohada y el pensamiento se irá ralentizando hasta permitir al sueño que domine la mente y relaje el cuerpo por completo. Entonces, sumergidos en ese otro mundo de sopor, cuando no somos dueños de nuestros propios pensamientos, nos dejamos llevar por sensaciones diferentes para ser invadidos por nuevas vidas e historias de las que no recordaremos casi nada al despertar, pero esos momentos, esos anhelos, esas vivencias resultan a veces ser nuestro alter ego, nosotros mismos en estado puro: las confidencias que ocultamos, esos pequeños y grandes secretos que morirán con cada uno, las ilusiones que se materializarán tan solo en el mundo oscuro de los sueños, al otro lado del muro pero, por un momento, nos permiten ser felices y olvidarnos de una realidad aplastante y trivial en la que nunca se verán realizados.
Falta poco para la media noche, esa hora bruja donde los demonios salen de sus escondites para campar a sus anchas, porque en la oscuridad de la noche no hay cortapisas, cada uno está desnudo ante el espejo, aunque sea a veces sin poder verse; la alucinación es la precursora de los nuevos pensamientos que se materializan a través de la reflexión distraída y capturada por los malos pensamientos.
Es la hora. Suenan a lo lejos las campanadas de un reloj que marcan las doce de la noche, esa fina línea que dibuja la hora en que un día acaba y otro comienza, la mitad de la vida y la mejor mitad como decía Goethe, cuando salen de sus madrigueras aquellos que se ocultan, cuando se quitan la careta quienes van disfrazados durante el día para ser ellos mismos, cuando se rompen las reglas y se cruzan los límites al amparo de la oscuridad.
La noche puede ser romántica: a la luz de la luna se cantan los amores, el requiebro entra por la ventana vestido de balada romántica, los cuerpos se enlazan en un baile perfecto de exaltación, el poeta recibe el calor de las musas que garabatean el silencio…. Pero la noche también llega a ser sórdida, porque las tinieblas ocultan el delito, el amor se compra y se vende, favorece al trapicheo de esperanzas y nos lleva por esas impenetrables sendas lorquianas que causan excitación y temor al mismo tiempo.
Voy a perderme en el tiempo, dejaré que el sueño me transporte hacia otro lugar y otro espacio, sin oponer resistencia ni intentar retener unas horas de las que no participo, solo me dejo llevar mansamente hacia la otra realidad que espera justo en el momento en que comienza el sueño. ¡Lástima que al despertar se haya desvanecido y no logre recordar más allá de una sensación apacible o desagradable de la que apenas soy consciente!
Falta poco para la media noche, esa hora bruja donde los demonios salen de sus escondites para campar a sus anchas, porque en la oscuridad de la noche no hay cortapisas, cada uno está desnudo ante el espejo, aunque sea a veces sin poder verse; la alucinación es la precursora de los nuevos pensamientos que se materializan a través de la reflexión distraída y capturada por los malos pensamientos.
Es la hora. Suenan a lo lejos las campanadas de un reloj que marcan las doce de la noche, esa fina línea que dibuja la hora en que un día acaba y otro comienza, la mitad de la vida y la mejor mitad como decía Goethe, cuando salen de sus madrigueras aquellos que se ocultan, cuando se quitan la careta quienes van disfrazados durante el día para ser ellos mismos, cuando se rompen las reglas y se cruzan los límites al amparo de la oscuridad.
La noche puede ser romántica: a la luz de la luna se cantan los amores, el requiebro entra por la ventana vestido de balada romántica, los cuerpos se enlazan en un baile perfecto de exaltación, el poeta recibe el calor de las musas que garabatean el silencio…. Pero la noche también llega a ser sórdida, porque las tinieblas ocultan el delito, el amor se compra y se vende, favorece al trapicheo de esperanzas y nos lleva por esas impenetrables sendas lorquianas que causan excitación y temor al mismo tiempo.
Voy a perderme en el tiempo, dejaré que el sueño me transporte hacia otro lugar y otro espacio, sin oponer resistencia ni intentar retener unas horas de las que no participo, solo me dejo llevar mansamente hacia la otra realidad que espera justo en el momento en que comienza el sueño. ¡Lástima que al despertar se haya desvanecido y no logre recordar más allá de una sensación apacible o desagradable de la que apenas soy consciente!
Mª Soledad Martín Turiño