DECEPCIÓN Y VACÍO
(Castronuevo de los Arcos)
En el uso generalizado que hago emulando “los campos de Castilla” machadianos, me deleito con los campos ya estén en barbecho, desnudos de aditamento, con los terrones secos al sol; o bien vistiendo sus mejores atavíos con el cereal bailando al viento en un abanico de amarillos, pajizos y ambarinos tonos que desfilan para recreo de la vista. Amo mi tierra castellana –y en concreto la zamorana donde vine al mundo- por encima de muchas cosas mundanas, y la amo porque en esos campos continúa la sangre y el sudor de mis antepasados que se dejaron la vida entre los surcos.
El pueblo –mi viejo pueblo- yace silente, casi moribundo. Nadie se ocupa de sus requerimientos más básicos ni de sus gentes silenciosas porque Castronuevo es un pueblo silencioso que solo sabe trabajar. No quemamos contenedores, no salimos a la palestra por nuestras reivindicaciones y por eso precisamente, por nuestro silencio, nos han olvidado. Estuvimos a merced de mandatarios gubernamentales que desolaron nuestras esperanzas de progreso en favor de ellos mismos; no se ocuparon de su tierra ni siquiera aquellos que nacieron aquí aunque después en una situación afortunada y cercana al poder deberían haber sido menos olvidadizos y hacer algo en favor de sus gentes.
Asistimos a esa “muerte anunciada” que ahora pregonan los ilustres prohombres de este país llamado España. En las calles de mi pueblo abundan solares yermos donde crecen matojos silvestres en los mismos lugares que antes se levantaban casas, la de mis abuelos y las de mis antepasados entre otras; hay una historia que se ha perdido que voy a contarles a mis hijos y a las siguientes generaciones cuando me pregunten como era la vida, qué se cultivaba, cuáles eran las tradiciones populares, el folclore, las gentes, el trabajo…. Y les contaré a través de mis recuerdos, no de una realidad en la que todo esto se ha perdido.
Mientras mi mente siga vida, podré transmitir esos recuerdos, pero, ¿y después? No podemos consumar la decepción y el vacío que sentimos sin hacer nada. Debemos concienciar a quien tengamos al lado, a las instituciones, a este gobierno que empieza, a cualquier oído presto a escuchar para que se revierta este silencio y se haga algo positivo.
En la medida que pueda cada uno, con ánimo de ir hacia adelante, no con el recurso de la pataleta o el lamento fácil que no va a ningún sitio; utilizando los medios públicos, las instituciones, la prensa…todo lo que sea menester para frenar este declive demográfico y esta dejadez institucional de los pueblos de mi querida tierra zamorana. Está visto que cada cual mira por su propia conveniencia, así que entre todos hagamos lo mismo para volver a situar en el mapa a esta provincia que tanto amamos.
Mª Soledad Martín Turiño