ZAMORA OLVIDADA
Me asomo a tu Duero desde esta atalaya,
visito aceñas, catedral, lugares,
como un extraño con la ruta abierta:
muralla dentada, los templos románicos,
el puente de piedra, aquel otro de hierro,
museos, esculturas, el Merlú, Viriato,
las calles desiertas, ese Adán desnudo
en medio de rúas tan principales
como Santa Clara, Renova o San Torcuato.
Después del paseo entro en la taberna
y degusto con ganas arroz zamorano,
con vino de Toro y dulces del claustro
y parto hacia esos pueblos desiertos de gente,
de iglesias vacías e historias pasadas
que a nadie ya importan porque son pasado.
A veces un hombre descansa en la piedra
que jalona la entrada de su vieja casa,
me observa curioso mientras paso de largo.
¡quién sabe si envidia o acaso lamente
no echar un parlao con gente tan disímil!
Mis pueblos de nombres rotundos y firmes
ya no hacen justicia a un denso pasado,
se mueren despacio en lenta agonía
y queda de ellos apenas un rastro:
Aliste, Galende, Fermoselle, Tábara,
Moreruela, Toro, Benavente, Sanabria,
Villalpando, Muelas, Cañizo, Coreses,
Morales, Castronuevo, Algodre…
y así seguiría la ristra nombrando
para que cupieran en este breve espacio.
Pueblos todos dignos de un poco de esmero,
villas olvidadas, pequeñas aldeas
que viven despacio, a cámara lenta,
hasta que se extingan y no quede rastro.
Me duele Zamora, ciudad y provincia,
que no clama, ni pide y tampoco suplica
una justa ayuda a las mentes pudientes,
¡ella que fue todo en un tiempo pasado!.
Mª Soledad Martín Turiño