TORMENTA

Ruge el mar bravío hasta desembalsar olas gigantes
que se estrellan en la orilla de las rocas
formando una tupida nube de espuma blanca.

Grises nubarrones van y vienen agitados
como si hubieran perdido el tino y olvidaran
el camino a seguir. Huyen las gaviotas
en un planear despavorido que atormenta
al viandante asustado con sus graznidos.

Un estruendo advierte la ráfaga de un rayo
que ilumina la playa abandonada;
se hace la noche más negra y más inmensa
y se estremece el alma con el fragor de la tormenta.

La gente se encierra a cal y canto
porque nadie juega en vano con los elementos
y la prudencia aconseja ser prudente.

Hoy, en esta noche temprana
no sé por qué me vienen a la mente
amores tardíos que también se estrellaron
en un mar de dolor contra las rocas
del olvido, el desamor o el desencuentro;
por eso espero con ansia a la mañana
que nacerá calmada, fresca y más limpia
de hojas muertas. Lucirá un sol
algo apagado y aun así hermoso,
y en el aire flotará un aroma
a marea bravía de algas nuevas
que barrerá con su lúcida semblanza
el caos que el cielo engendró horas pasadas.


Mª Soledad Martín Turiño