TORMENTA Y ESPERANZA

Cuando pasen los oscuros nubarrones
que amedrentan el cielo con su fiero semblante,
llegará el relámpago y el bramido del trueno,
se agitarán las ramas de los árboles
debatiéndose entre pelear o morir en el intento
y cuando el terror nos domine, de pronto
una intensa lluvia barrerá a diestra y siniestra
las inquietudes, temor, desasosiego
y tribulación que acomete la mente
hasta la extenuación de los sentidos y entonces,
cuando parezca que ya se ha llegado al límite
se enmarcará el arco iris en el horizonte,
despejarán las nubes, cesará el aguacero
y un aroma a vida penetrará en nuestras casas
aromatizando el aire. El suelo
se aseará con su perfume a tierra mojada
en un aroma que se elevará hasta el cielo.

La gente que observe con espanto
este brusco arrebato de la naturaleza,
se cohibirá protegiéndose del miedo
que infunde el firmamento al enojarse
pero luego, como un niño pequeño,
enfurruñado por no conseguir su capricho
que gime de mentira y hace mohines,
nos regala un aire perfumado de gracia
para que olvidemos el hipo y los pucheros.

Sabio aquel que domina el horizonte
y sabe ser abrazo y látigo a un tiempo,
para equilibrar las sensaciones,
para no permitir aun permitiendo
y llegar al punto de equilibrio justo,
como hace un padre para educar al hijo
alargando y tirando de la cuerda
para tenerle a su lado y darle margen,
para evitare el peligro en los desmanes,
alabando al prudente y corrigiendo al díscolo
carácter con prudencia y empeño.

Quién sabe si algún día muy lejano
el hijo comprenda al criticar el padre
que actuó con amor y resistencia
y reconozca de después de la tormenta
el paisaje cambió y fue más bello,
como el cielo turquesa que aparece
como la brisa perfumada que abre los sentidos,
y les dota de paz tibiando el alma;
así suelen ser las turbulencias filiales
cuando se desvanece la paz y se desata la palabra.

Mª Soledad Martín Turiño