SIN PERDÓN
Calles de barro, casas de adobe, gentes sencillas,
pueblos de antaño que perviven entre el rastro
de quienes marcaron sus pasos un día.
Pueblos de sombra ahora espectrales,
escuelas sin niños, iglesias sin curas,
desiertas las calles me producen lástima.
¿Qué fue del legado que nos regalaron
abuelos y padres con esfuerzo de años,
y las tradiciones, los cuentos aquellos
al amor de la lumbre contados por viejos
con nobles arrugas de sudor y campo?
¿Dónde hallaremos el sosiego, la paz,
el descanso que brindaba el pueblo
en las tardes secas del áspero verano,
volviendo al principio, a las viejas casas
de nuestros mayores hoy evaporadas?
¡Se acaban los pueblos y a nadie le importa!
Habrá que rendir cuentas cuando nos pregunten
y purgar la culpa por nuestro desaire;
el campo agoniza, las villas se pierden
en el tenue olvido sin piedad alguna,
yacen entre escombros los viejos cacharros,
las camas de hierro, la mesa camilla,
yuntas de los bueyes… ahora ya son trastos
que no tienen sitio en la modernidad
absurda en que nos hemos instalado.
Mª Soledad Martín Turiño