SEMANA SANTA EN TIERRAS DE CASTILLA
Nuestra tierra es de silencio, no hay saetas
que interrumpan el desfile, solo gente
que procesiona de negro en fila lenta
tras las andas de una imagen venerada.
Si acaso un tambor truena o tañe una campana
con afligido son, de evocación a muerto
recordando que la fiesta no es festejo,
que penamos conmemorando un hecho
luctuoso, amor extremo y tránsito
de una vida a otra que prometen más plena
y eterna en el duro trámite que nos relataron
al perder la vida para ganar el cielo.
Semana Santa en Zamora y en sus pueblos,
capas pardas, barandales, devoción,
damas enlutadas, cofradías, imaginería
de esculturas talladas con mano diestra,
túnicas, capuchas, faroles encendidos,
varas, palmas, cornetas y tambores
escenifican el final de un muerto
que dicen vino a salvar al mundo
de tantos y tantos males certeros.
Semana Santa en los pueblos de Castilla,
noche estrellada que alumbra el espectro
de hombres y mujeres que hoy expían
un pecado con olor a cementerio;
mis pueblos anónimos velan hoy a Cristo
y pierden el sueño mientras labran los campos
de trigo y cepas que serán mañana
cuerpo y sangre con devoción sin mácula
de aquel hombre que nos prometió el cielo eterno.
Semana Santa en tierras de Castilla,
hoy como ayer, resurge el hálito
de una devoción que se mantiene
en la tradición cristiana que nos manda.
Mª Soledad Martín Turiño