SAN PEDRO EN ZAMORA
De San Pedro me llegan ecos lejanos
por amigas amables que envían recuerdos,
instantáneas de ajos y orondas cerámicas
de esta nuestra tierra con sabor a barro.
Por allá, en Tres Cruces se visten de gala
ambulantes mercaderes con productos frescos,
germen de una tierra que cosecha bulbos
con grandes cabezas para perfumar guisos
contundentes y serios como la tierra misma,
que alivien inclemencias de duros inviernos.
La gente se afana con paseos curiosos
entre los puestos sembrados de género,
los vendedores contemplan satisfechos
tantos frutos de horas de rudo trabajo
allá, en terrenos limpios, bajo un limpio cielo.
Los paisanos consumen más por la costumbre,
por ser consecuentes de una tradición
arraigada en el tiempo y las ristras florecen
en orondas cascadas del cielo hasta el suelo.
San Pedro en Zamora anima las calles,
vecinos, feriantes y pueblos aledaños
llegan a la fiesta llenando unas horas
la capital que es un cúmulo de gentes de pueblo.
Ya me gustaría visitar tus calles,
bordear las plazas, entrar en los templos,
llegarme a la catedral, pasear por el castillo
y descubrir las mil caras de tu noble porte.
Hoy eres, Zamora, mi tierra y la de ellos,
nos sumamos todos a esta circunstancia,
una fiesta, San Pedro, puede ser la excusa
para volver a mis campos de torcidas vides,
girasol, cereal, alfalfa, remolacha,
frutos de la tierra que el sudor del hombre
moldea y modula con afán y empeño
y que hoy celebramos con ajos y cerámicas.
Mª Soledad Martín Turiño