Poesías de la Tierra del Pan
RETORNO
Regresas con el ánimo de siempre,
como si tantas horas de viaje no te afectaran:
la mirada espléndida, la sonrisa presta,
y ese punto de arrogancia que confiere a tu porte
una presencia especial e inconfundible.
Llegas con tu mochila al hombro,
la colosal maleta repleta de sueños y quimeras,
la cámara de fotos colgada al cuello,
formando parte de ti como una extensión de tu brazo
para inmortalizar instantes, para no perder secuencias,
para transmitir en cada imagen
la experiencia de miles de momentos únicos.
Eras fotógrafo antes incluso
de saber lo que era una instantánea
porque en tu retina mantenías fija
la impresión de ciudades, personas, circunstancias
que formaron parte de ti desde siempre.
Te recuerdo impaciente, en constante movimiento,
exprimiendo las horas en alarmante búsqueda
o enmarcando planos imaginarios
configurados desde tu mente inquieta.
Ahora, ya consolidado, has aprendido
la técnica del enfoque, el encuadre, el objetivo,
las lentes, el ángulo, el diafragma, la luz,
el disparo, la velocidad, la obturación
y esos miles de pequeños detalles
que permiten reflejar una realidad
a la carta: nostálgica, vibrante, sepia, amarillenta,
real, dura, impactante, visionaria…
imágenes que remueven las conciencias,
animan el espíritu, atormentan, afligen,
y expresan mucho más que las palabras.
Tú formas parte de un puñado de escogidos
que jugáis con la realidad para ilustrarla
traspasando las barreras de lo auténtico,
embellecéis lo imperfecto, calcáis la afrenta
en planos duros e implacables
para mostrar una sociedad creíble
o incluso para expresarla desnuda
frente a mentes de capacidad estrecha;
así, por un instante nos conmueve
el niño abatido, el hombre llagado,
la mujer violada, el disparo, la sangre,
la desnudez impía, el abandono, el desastre…
Otras veces la luz se magnifica
en bellas estampas de amable realidad:
paisajes idílicos, armonía, belleza,
que anima a seguir formando parte de la vida.
Regresas apenas unos días
con un bagaje demasiado extenso
plagado de proyectos, de buenas ideas,
de palabras, propósitos, inquietudes…
y, de nuevo te vas, con cabos sueltos
a retomar un día; entonces, en esa partida indeseada
nos abrazamos en un abrazo interminable,
se rompe el alma, irrumpe el sollozo,
te vas… y continúa la vida.
Mª Soledad Martín Turiño