Poesías de la Tierra del Pan
REGALO DEL CIELO
Caen gotas de rocío dócilmente
sobre la tierra castellana,
se purifica el labrantío, nace el germen,
agradece la tierra la tibieza
de un frescor que en verano necesita.
De pronto, como un quejido hondo y áspero
retumba el trueno y una lluvia
intempestiva nos empapa sin aviso;
veo los campos agradecidos
que desde sus húmedas entrañas
reverdecen la tímida espiga que nacía
débil y se alimenta ahora
para germinar el fruto merecido.
Los labradores miran al cielo, lo conocen,
le ruegan, le agradecen, le replican,
y en ocasiones con ásperas soflamas
increpan que desoiga sus lamentos;
están huérfanos de agua, allá perdidos
en villorrios que a nadie ya conciernen,
lugares que antaño fueron grandes pueblos
y ahora, consumidos por tantas carencias
agonizan lentamente en su destierro.
Yo, que habito la ciudad de los mil ruidos
y disfruto el bienestar que trae consigo
pese a pagar con interés un elevado precio,
recuerdo cada vez que cae la lluvia
mi pedazo de tierra allá en Castilla
y ruego porque moje bien las tierras,
bendiga el campo y mejore la cosecha
siquiera por apaciguar a aquellos hombres
que siguen en la brecha, junto al campo,
contemplando al cielo día tras día
y rogando con la mirada a Dios sin saberlo.
Caen las gotas de rocío dócilmente
salgo a la calle y busco el consuelo
con las gotas que bendicen mi cuerpo
para recibir ese don tan preciado
y pedir que llegue también a mi pueblo.
Mª Soledad Martín Turiño