POR SIEMPRE
Te amo hasta la extenuación, con ansia
del marinero que regresa,
con la voz cansada del viejo que ha vivido
esperando ya solo el arribo de las parcas;
te amo con placentero egoísmo, con furia
incontrolada por tenerte cerca.
Eres mi alma, el sol que ilumina mis sombras,
el aire que respiro, la añoranza que me abate,
la ilusión que me mantiene con vida…
tú, pedazo de tierra seca en mitad de la estepa,
pueblo mendicante con el rostro altivo,
calles desiertas de gentes y carros,
de canes y ovejas, de corrales y casas…
¿Qué queda ya de tu glorioso pasado,
aquél que disfruté a raudales
cuando éramos felices sin saberlo
entre floridos campos plenos de fruto,
a la sombra de los árboles junto al río
solazando felices nuestros cuerpos
y ajenos a un futuro problemático?
Pasaron los días y viró la vida,
se retorció la esperanza en nuestras manos,
llegó la ausencia con la fatua lividez
cerúlea de los muertos, y olvidamos
aquel pasado que aún quedaba en la memoria.
Te amo de nuevo como entonces
pese a que el alma haya encanecido
y se adorne con arrugas un rostro añejo;
quedan los recuerdos y el revivir de entonces
los tiempos felices que tanto se añoran.
Te quiero con codicia enamorada,
con la avidez de un náufrago sediento
y sé que volveré a pisar tu suelo,
a abrigarme con esa tierra para siempre
y fundirme con el pasado efímero
que se convirtió en sólidos recuerdos.
¡A ti, mi viejo pueblo, por ti y por siempre!
Mª Soledad Martín Turiño