NO ME DEJES
Me lancé al amor como un hambriento,
comiendo a dos manos, besando a bocados,
acariciando tus ojos, tus labios fríos,
tu rostro detenido como el alma infinita;
recosté mi corazón junto a tu pecho
para que latieran juntos
en un concierto de amor inquebrantable,
pero el amor desafinaba y se perdía
en un remolino de sonidos varios.
Susurré junto a tu oído palabra bellas,
promesas de un cariño indeleble,
me rendí a tu gesto bello e inexpresivo
y entonces supe con brutal realidad
que el corazón se te paró y habías partido
a otra realidad paralela y difusa,
desde donde me tendías la mano
en un gesto de cercanía desesperante.
Sé que en ese mundo disímil, en esa esfera
donde habitan las almas nobles y bellas
seguirás por siempre y para siempre
aguardando mi llegada hasta que llegue.
Mientras tanto aquí vivo y respiro
un aliento que me falta cada día;
con el corazón hecho jirones
y el cuerpo cabizbajo transcurren las jornadas
una tras otra, sin alivio a mi desesperanza.
A veces acaricio tus manos en el sueño
o acaso sea el inclemente duermevela
y recorro cada uno de tus dedos
largos y finos, tantas veces amados;
luego sonrientes y asidas de las palmas
el sueño que me eludió escucha mi llamada,
los ojos se cierran, la mente se acomoda
en un sopor de alivio y al fin duermo
tras la huella de tu figura etérea
para despertarme de nuevo en la nada.
Mª Soledad Martín Turiño