MI CASA
Mi casa es blanca e indemne,
refugio de fantasmas y noches oscuras,
consuelo de insomnio y llanto perdido,
recompensa al dolor, dolor eterno.
Mi casa está en el interior del alma,
se construye despacio, golpe a golpe,
como las mentes preclaras.
No es de piedra o arcilla,
tampoco de barro, hormigón, ladrillo o adobe;
es un hogar que vaga en el espacio
de mi mente para procurar consuelo.
Sus muros son anchos y protegen del frio,
del desaliento de fuera, del engaño
o la tentación que quiera adentrarse
por un resquicio inexistente.
Pocas ventanas, grandes y valladas
con rejas de hierro forjado a fuego,
filigrana de aire jugando a las formas
para encerrar lo que será mi morada.
Parcas estancias, plenas de recuerdos
que vagarán ornando las paredes,
cubiertas de cuadros, imágenes, retratos
campando literalmente a sus anchas.
Al caer la tarde, tras la ventana,
contemplaré el ocaso aunque turbe mi ánimo
como presagio de final, de muerte;
pero sé que el sol brillará de nuevo
así que me siento, espero y ansío otra mañana.
Mª Soledad Martín Turiño