ME MATA
Me mata lentamente la espera sin palabras,
el sol que no aparece, la perenne negrura
que marchita las flores y aleja las bondades;
me duele la palabra que lastima hechicera
como un estilete de orfebre labrado
y se hinca despacio hasta arrancar la carne;
me espanta sin reserva el dolor lacerante
de ese pobre muerto que no aprecia la vida
y arrostra sin sentido la fuerza de los días
abandonando su alma al son de la corriente.
Me matan los silencios que esconden mil palabras
tabú que no se dicen por miedo a pronunciarlas,
o esos tantos secretos que son fuente de vida
ocultos en la sombra de la mente marginada.
Me mata quien no vive, aquel que no disfruta
del don impagable de una vida y lamentan
el sol que les ciega o el agua que les cala
sin medir la belleza que regala el día a día,
los charcos que no pisan, el jardín que ignoran
y estalla de frescura esparciendo el aroma
de jazmín, rosa fresca y variada arboleda
que solo con sentirla inflama el espíritu
como un buen poema o una sinfonía.
Me mata la distancia, el amor insatisfecho,
el correr de los días sin sentido ni aprecio,
el ocio devaluado, la envidia, el desconsuelo,
la crítica que nace de la envidia o del odio
y solo contribuye a destruir sin cimientos.
Me mata no estar viva, sintiendo a cada rato
dolor por las ausencias y que el daño me impida
valorar el presente, con las luces y sombras
el cielo, las estrellas o ese sol imponente
como magia y regalo que supone la vida.
Mª Soledad Martín Turiño