MADRE TIERRA
Nublas la razón con insolencia
a sabiendas de que eres poderosa,
lanzas desafíos, rompes dardos,
recelas de otros mimos, tan segura,
tan capaz, tan decorosa...
Madre tierra que amamantas con esmero
a tus hijos destetados hace tiempo,
los llenas con la savia de tu encanto
hasta saciarlos de paz y ansia colmada.
Saben tus besos a rocío, a humo,
a helecho primerizo, a menta fuerte,
fragancias que enardecen los sentidos
provocando una sed que no se apaga.
Madre tierra de terrones casquivanos
esparcidos por los campos de Castilla
como un tapiz de variopintos tonos.
Me alegra el ocre, el dorado insolente
transporta mis sentidos al secano,
las mimbres golpeadas suavemente
por el viento se ondulan con gracia,
cimbrea sus tallos el cereal nacido
y compite en armónica elegancia
con cinturas de odaliscas orientales.
Madre tierra de verdor y lozanía
evidentes en paleta de colores
tan colmada que cualquier artista
la codiciara por plasmarla en lienzo.
Tonos que se pierden y confunden,
se mezclan, se saturan y se espesan
expresando más que las propias palabras.
Verdoso, glauco, aceitunado,
lozano, fresco, exhuberante verde
que alivias com tu frondoso tono
la parquedad del campo castellano.
Verde de renacer entre la estepa,
de savia nueva, de primerizo encuentro
entre zarzas y setos también verdes,
que recuerdas la vida, la esperanza,
el ansia antigua o la ilusión perdida,
emociones que siento a menudo
cuando regreso a mi madre Castilla.
Mª Soledad Martín Turiño (Castronuevo de los Arcos)