LLANURA
Ved la maravilla que nos arrulla,
el paisaje enfebrecido de verdor,
el agua discurriendo por su cauce,
el sol que refleja e ilumina a lo lejos
la montaña con su cima nevada.
Es el paraíso con el que sueñas
dulce, remoto y a la vez cercano
en tu mente saturada de faenas.
Acaso un momento te sientes libre
y respiras este aire no viciado,
te adentras en el campo
confundiéndote entre el maíz crecido,
o la colza con sus vivos amarillos
para ser con ellos parte de algo
mágico, fresco, vibrante y natural.
Ved la maravilla de estas llanuras
castigadas por el sol y por las lluvias,
sin abrigo para cobijarse,
a pecho descubierto y entregadas,
dispuestas a soportar el clima infausto,
bregando cada día, tolerando
ser objeto de miradas en un veloz pasar
distraído camino a otros lugares.
Estos llanos son la vida que se eleva
por encima de manos encallecidas,
sudor de esfuerzo y hambre de lluvia
para germinar el pan y el vino
que el mismo Dios bendijo un día.
Respeta estas tierras duras, sin un árbol
que las libere de la canícula o el aguacero,
porque se meten en el alma
la aspereza de los terrones, lo retorcido
de las cepas, el verdor de la mies,
o el aroma del cereal recién segado.
Siente la maravilla que nos arrulla
si miras a tu alrededor, son solo campos
o tal vez el paraíso que se nos prometió.
Mª Soledad Martín Turiño