Poesías de la Tierra del Pan
LAS CALLES DE MI PUEBLO
Calles solitarias, recuerdos perdidos
que vagan entre los caminos
de tierra pisada, no cemento.
Senderos vacíos, repletos de silencio,
con fantasmas que rondan
en sutiles paseos de mortaja artera,
y en sola connivencia con perros que pasan.
Barro y paja que cohabitaron juntos
ahora se extinguen tras años de usanza,
llegan los cementos, el ladrillo, las piedras
en florido pique como siempre ocurre
al venir lo nuevo en otras mudanzas.
Mi gente es la misma de siempre
más no así sus casas,
que se apuntan al florecimiento
y se hacen estragos en nombre del progreso.
Apenas resiste el paso del tiempo
alguna casuca de aquellas oriundas
en las que jugaba cuando era niña.
La puerta en verano
se enfundaba en cortina de color ligero
y daba el aviso de estar habitada
mientras protegía del calor extremo
que se da en Castilla.
En algunas casas plantaban jardines
con múltiples flores animando lo sobrio
de la parca tierra de un pueblo pequeño.
La vida casi siempre de puertas para adentro,
como si temieran perder el anónimo
de unas vidas simples, frugales, o sobrias
que constituyeron mi mejor infancia.
Las calles vacías, verano e invierno,
para desesperanza de quien allí mora,
para regocijo de los que no estamos
porque en nuestra mente
mora lo impasible, siempre lo perpetuo;
recuerdos que fueron antaño vitales
los anclamos en aquel entorno
y, como él, ahí siguen
invariables y sempiternos.
Mª Soledad Martín Turiño