EN MEMORIA DE MI ABUELO

Mi abuelo fue inmigrante,
agricultor, hombre bueno.
Desmontaba sin descanso
en veranos calurosos,
y en fríos días de invierno
el pico y el hacha sus manos encallecieron.
Treinta hectáreas… medio pocas ¡pero
costó tanto esfuerzo!,
sacar talas, garabatos, algarrobos
cascarientos, tipas, ceviles, quebrachos…
elegir bien la madera, para volverla carbón,
luego venderlo en el pueblo.
“El carbonero mas limpio,
que viene por éste pueblo”,
decían los compradores
refiriéndose a mi abuelo.
Le gustaba tomar mate y
leer antiguos versos.
Las Bateas tiene por nombre
el lugar de sus desvelos.
Lo acompañaban su mujer,
sus hijos, muchos recuerdos,
de España, hermosa, lejana,
de Molacillos, su pueblo.
Cuando pudo llevar agua
por una acequia hasta el cerco…
allí plantó mandarinos,
naranjos y un limonero,
tunas, higueras, granados
vergel y ensueño era aquello con sus
verdes chirimoyas dulzura del norte
nuestro.
A veces en los domingos
se vistió el patio de fiesta,
y un bandoneón pueblerino
desgranaba bellos temas
tangos, zambas, pasodobles
melodías sin fronteras
inundaban los rincones
de nuestra humilde vivienda.
Por si esto fuera poco, pan casero doradito,
jamón y vino en la mesa
y la alegría de hermanos,
reunidos en torno a ella,
¡brindaban por el amor, la salud y buenas
cosechas!.
Te agradezco por mi vida
gracias te doy Padre Eterno
por haber crecido allí
de su mano junto al cerro.

De Josefina Reguilón, homenaje a su abuelo JOSE REGUILON, nacido en Molacillos, emigró a Argentina en 1907 a los 15 años de edad. Falleció en Rosario de la Frontera (Salta)