Poesías de la Tierra del Pan
DIA DE DIFUNTOS
Día de Difuntos en otro noviembre,
como todos, frio y melancólico.
Se llenan los camposantos
en una romería de flores multicolor
que se marchitarán o serán dispersadas
por la furia del viento,
pero entonces no habrá quien cuide las tumbas
y los ornatos florales yacerán en otras
ajenas a su dueño o derramadas por el suelo
en un caótico espectro de duelo.
La familia llega con gesto mustio y dolorido,
limpian mausoleos, lustran nombres y fechas
y rematan adornando losas frías
con ramos de color que palíen el duelo;
después vuelven a casa y a sus cosas
hasta el próximo otoño a refrendar el rito.
Los que yacen allá, al fondo de la tumba,
mudan en polvo sus cuerpos inertes
y abonan cada día su lecho dormido
en ceniza esfumada, en exiguo residuo
de aquello que fueron antaño en su vida.
Llegaron desnudos y desnudos se fueron,
aquí en la necrópolis no existen distingos,
yace igual el santo que el delincuente,
el hombre o el niño, la mujer, el joven…
a todos igualó la muerte al recogerlos
y ya no se distinguen los malos de los buenos.
Es la vida que impone sus normas y pautas;
las luchas, los quiebros, las buenas conciencias,
el dolor, la causa, el rigor, la esperanza…
conflictos creados que algunos consienten,
otros contravienen y muchos acatan
con o sin cuestiones porque a todos alcanzan.
Aquí ya no hay reglas, todo es un suspiro
de vida que empieza, que crece y se acaba
abocando en este pedazo de tierra
frustración, rigores, esperanza y calma.
Mª Soledad Martín Turiño