DESENCUENTRO

Ella le observa sin poder creerlo,
él baja la vista con aniñado gesto;
después de tanto tiempo vuelven a encontrarse,
apenas se reconocen en aquellos
jóvenes de antaño con virginales ilusiones.

Rehúye la mirada fingiendo un juego absurdo,
ella le observa fijamente para desconcentrar
su atención, rogando que sus ojos
se alcen para buscar la luz que emanan los suyos.
No se mueve ni un ápice. Le espera, ruega
aquella mirada tanto tiempo anhelada en sus sueños,
pero él se mantiene firme, despegado, absorto.

Al fin, decide salir de aquel entorno,
alejarle de su vida, de su mente,
y se arranca el recuerdo a jirones
antes de regresar de nuevo a su mundo.
Ignora que él levantó la vista cuando se iba
y que en sus ojos hervían lágrimas dolientes,
que ardían como el fuego en que se consumía.

Mª Soledad Martín Turiño