DEJARSE LLEVAR
¡Qué grande el mar, qué vasta mi tierra castellana,
cuan hermoso el océano infinito, las olas que se estrellan
en un remolino de espuma bravía, el campo inmenso,
inabarcable como el horizonte, el cielo vestido de perfecto azul
compitiendo con el mar por brillar con esplendor más grande!
Hoy la tarde está pugnando por no irse,
tiene envidia del aire que perfuma los sentidos,
de la pompa con que luce un sol perfecto
para envolver de luz y calidez las horas,
de la paz que adormece la placentera siesta
o del amor que empuja a la mente y los sentidos.
¡Qué bella es la puesta de sol al caer del día
aunque embuta el alma de melancólica congoja
para hacer más explícito su adiós en cada tarde!
Luego llega la tímida penumbra para adormecer los sueños,
dar reposo al espíritu y al cuerpo cansado
que continuará el círculo inextinguible de la vida,
y así un jornada tras otra sin final cercano.
Hoy el aire está sereno y surge un murmullo
de lánguidas notas a lo lejos, tal vez una tonada
sobre amantes, o ausentes, o tal vez ni eso;
quizá sea tan solo una nota de color que anime el universo
para que no se torne triste y el alma no se rebele,
¡quién sabe, el misterio de la creación es tan complejo!
No importa la razón, mi alma está serena,
apacible el sentimiento, el corazón en calma,
hoy aprecio la ternura en cada paso, o tal vez sea Dios
quien se acerca a mi espíritu con andar sereno,
tanto da; todo es amor y así lo siento.
Mª SOLEDAD MARTÍN TURIÑO