DE AMORES PERDIDOS

Recuerdo aquel encuentro de festejo de pueblo,
de baile y jarana, de tardes calientes,
de calles repletas de niños y grandes
que bullían con ganas alegrando el lugar.

Día de fiesta con atuendos nuevos,
de misa temprana, púlpito severo
y pecados risibles para entonces confesos.

Anocheciendo, el baile disponía a los jóvenes
con alguna copita dotada de audacia
a salir a la pista con los forasteros.

Te conocí entonces, en la feria aquella
con músicos izados a lomos de remolque
que allí, desde lo alto, atronaban el pueblo
con ruidos más que sones.

Fuiste compañero de charla incesante,
coloquio versátil de aspecto sereno
prolongado sin prisas por horas sin sueño
y ansia de palabra para conocernos.

Soflamas amables marcadas a fuego,
música sin danza porque no hacía falta,
confesión de sueños, carencias y complejos
¡qué bien comprendía aquellas cuestiones
mi mirada perdida en tus ojos de océano!

Después la realidad impuso su estigma,
pasaron los días, la eternidad del tiempo
se condensó en un recuerdo inextinguible,
como el resquicio de una vela que se apaga,
como el clamor que deja su estela de eco,
porque un dios clemente desde lo alto
aquella noche se humanizó en su juego
y nos regaló para siempre un bello recuerdo.


Mª Soledad Martín Turiño