COSAS DEL AMOR
¿Por qué el amor obnubila la razón
hasta perder de tal modo el juicio?
Veo a las parejas primerizas expresar con los ojos
su entusiasmo como si el resto del mundo no existiera;
se miran con arrobo, se besan insistentemente
hasta el empalago, como si pensaran
que solo ellos aman, que nadie amó así nunca.
Profanan en sus labios los ajenos,
que hoy son de unos y mañana de otros,
viven el momento, no saben de fidelidades
eternas, ni de soportar en silencio;
aman a ojos vista, con la frente alta,
sin otras ataduras ni encubrimientos.
¡qué lejanos los tiempos aquellos en los que
cogerse de la mano estaba incluso mal visto!;
y ¡qué indecencia manifestar una caricia
insulsa, sin maldad ni malquerencia
que se convertía en furtiva y casi siempre sucia!
Hoy los jóvenes son más libres, menos encorsetados
por el qué dirán que a ellos no les dice nada,
y se exponen retando su felicidad a los ojos curiosos
de personas mayores que contemplan atónitos
el espectáculo siempre hermoso del amor.
Cuando veo sus gestos, su cortejo eterno
con el embeleso del amor primero,
mis años que ya pesan me dictan impúdicos
una cuestión clara que casi ni me atrevo
a manifestar en voz alta, pero siempre pienso:
¿cuánto amor quedará entre estos polluelos
dentro de un par de años o quizá de menos?
¿soportarán el tiempo y sus callosidades,
perdonando al otro, cediendo, callando
e incluso tolerando intemperancias
que ahora ni siquiera cuestionan?
¿seguirán codo a codo en los malos tiempos?...
Mejor los veo ahora y quiero imaginarme
que seguirán amándose con el mismo denuedo.
Mª Soledad Martín Turiño