CASTRONUEVO EN PRIMAVERA
Se acerca la primavera,
llega despacio, como de puntillas
y se cuela entre los árboles con apariencia frágil.
Sus estragos se harán patentes de aquí a nada,
volverá la vida en cada tronco,
en cada trinar de nuevos seres,
en mañanas brillantes de luz y plenas de alborozo.
Regresará la vida recién hibernada,
no obstante la tristeza no se marcha,
soy más huérfana que antes
porque perdí a quien quería
y su presencia es tan solo mi recuerdo
ya que mora en una dimensión inalcanzable.
Por buscar consuelo a tanto sufrimiento
regreso a la orilla de mi río
pletórico de juncos y álamos trepados,
con ese suave deslizar del agua
corriente abajo, sin ninguna prisa,
¡Valderaduey de mi infancia!,
ahora te veo desde lo alto de la villa,
cimbreando esa curva apenas pronunciada
sobre un terreno liso, castellano puro,
El pueblo se nota más ufano
en su perpetua soledad de siempre,
la villa se cubre de esperanza,
tapiza el sol su curvatura leve
con miles de pequeños nacimientos:
dientes de león, hierbas silvestres,
orinales, campanillas, lirios…
mil y una vida recién nacida
para deleite de quien pasa ajeno
por el hábito de no mirar los cambios.
Empero aquí estoy desde mi lejanía,
en la única compañía de mi propia soledad,
recordando como ayer, como mañana y siempre,
hasta que llegue el remonte de la no existencia
y entonces vuelva a ver con fuerza renovada
esa primavera alegre con la que siempre sueño,
mecida en mi Castronuevo eterno,
por siempre mi pueblo del alma.
Mª Soledad Martín Turiño