CASTILLA (II)
La tierra se ondula ante mí
en un hermoso tapiz de ocres
tejido entre verdes
atado a pinares
de vastas copas frondosas.
Y, a mis pies, se despliega
la inmensidad de una llanura
incomprendida y denostada,
que sólo buscó ser recorrida
por los versos del poeta.
Pocos entienden los ojos
que, como los míos,
te aceptan al contemplarte;
porque, aquí, mi mirada
se pierde
y puede ver aún el más allá.
Aquí donde no hay montañas
que se topen con el horizonte,
sé que allí
donde cielo y tierra se juntan
se encuentra mi frontera.
Y, en todo tu recorrido
te apareces áspera y desnuda
igual que tus pueblos
jalonados de historia.
Tú, que pariste hazañas,
pocos encontraste en el orbe
capaces de poder sostener
tu inconmensurable mirada.
Tú que levantaste al mundo
buscas fuerzas hoy
en la gesta de alzarte a ti misma…
Y, sin adornos ni ornamentos,
yo te alabo así: minimalista.
Porque poco te basta
para tenerlo todo.
Quien no te aprecie,
Castilla,
no sabrá comprender nunca
el verdadero misterio que se encierra
en las cosas más sencillas.
May (Maria del Carmen Gutiérrez Herrero)