Poesías de la Tierra del Pan
CAMPOS BENDITOS
Campo de mies que bambolea el viento,
refugio de los amantes clandestinos
que se ocultan en la espesura de los trigos
para dar rienda suelta a sus instintos.
Altos maizales tupidos por las ramas
que ornan los campos con ambarinas mazorcas,
fruto dorado que apunta hasta el cielo
con descaro desafiante y orgullo bruñido.
Remolacha que guardas en tu seno
el dulce almíbar tan deseado,
prohibido para muchos, gustado por otros
y cultivado con riego, sol y amor desenfrenado.
La cosecha se acerca, el labrador se entrega
con fervor desmedido a explotar el agro
para restañar deudas, adquirir aperos
y abastecer las arcas tan vacías de años.
Hoy la producción va a ser un éxito
insuficiente siempre para el viejo labriego
que arriesga mucho para ganar tan poco.
Están acostumbrados a mirar a lo alto
y tanto lo contemplan que ahora,
en este año, por fin y con merecimiento
su Dios allá en el cielo los ha escuchado.
Los campos se visten de verdes y amarillos,
clarea el girasol humillado y áureo,
emerge la soja de vivaces tonos,
y el cereal dorado cae como un manto
ladera abajo en el fastuoso campo.
Me gusta la primavera de mi pueblo
y la de otros pueblos castellanos
cuyos campos brotan estallando
en colores briosos de substancia y fulgor.
El agro es el germen de los pueblos,
milagro de vida y esperanza,
fuente de riqueza esperando bajo tierra
simiente y agua como una migaja.
Mª Soledad Martín Turiño