PROCESIONANDO EN ZAMORA    2018-03-28

Capas blancas, negras, pardas, nazarenas, verdes, rojas; capirotes, cucuruchos, caperuzas y capuchas se dispersan por Zamora tiñendo de color sus calles; se revisten los edificios de banderas, banderolas y colgaduras procesionales para conmemorar la pasión y muerte de Cristo, y la ciudad se acicala para ser admirada por turistas, lugareños y foráneos. Las calles que suelen menudear de gentes, ahora están llenas de nazarenos que van y vienen apresurados para procesionar en la cofradía correspondiente. Todo el mundo aparece arreglado con sus mejores atavíos; es hora de procesión, adiestramiento para desfilar con el orden debido y, bien enfilados, comenzar la ceremonia de salida acompañando el paso; y es entonces, al empezar la marcha, cuando se produce el milagro: un silencio grave envuelve al cortejo que camina pausado por las calles de Zamora, ya sea de día o de noche, en el interior de la ciudad, o cruzando el puente que vigila el río y las aceñas iluminadas. El fervor se contagia, y el silencio solo se rompe con el sonido de tambores y trompetas o por las voces graves de los hombres que resuenan con una solemnidad imponente.

Desde la mañana a bien entrada la noche desfilan las majestuosas tallas por las rúas zamoranas: Balborraz, Barandales, Plaza Viriato, Ramos Carrión, Plaza Mayor, las históricas San Torcuato y Santa Clara y tantas otras que se llenan de fieles, de admiradores de estas fiestas entrañables, especiales y únicas en esta provincia magnífica.

La catedral es el punto de partida y, en muchos casos, también de llegada de las tallas y donde terminan algunas procesiones; en otros casos son las singulares iglesias románicas, orgullo de esta ciudad, las que reciben la imaginería que ha procesionado. Es un momento especial para disfrutar del arte eclesiástico de los siglos XI y XII que son la joya de Zamora, de sus monumentos, de la piedra que los reviste, de la muralla y del río que forma parte de un conjunto de especial belleza.

Es la Semana Santa zamorana, sentida, fervorosa, devota y única.

Mª Soledad Martín Turiño