Cuentos e historias de nuestra Tierra del Pan, Alba y Aliste I - El tamborilero zumbón    (Muelas del Pan)

EL TAMBORILERO ZUMBÓN

(I)

Casi todos los días de la semana paso por un bar de Pucela llamado “La Parada”. Allí hay una niña que yo llamo Morenanieves y que tiene un hermano al que llamo Pelorrizo. El nombre de Morenanieves es porque es tan bonita como Blancanieves y el nombre de Pelorrizo es porque tiene tirabuzones naturales y, también, como Morenanieves, es un poco aceitunado. En realidad los nombres que más les convendrían serían, para Morenanieves, el de Sevillana y, para él, el Niño de Triana y esto, no se tome a mal, es por sus colores bronceados.

Bueno, hoy Morenanieves me ha pedido que le cuente el cuento del día y me ha venido a la memoria el del tamborilero zumbón, uno que siempre estaba bailando el bayón por las islas del Caribe. Tanto le gustaba bailar a este negro zumbón que se olvidaba de trabajar en su cotidiana y alegre danza, de tal manera que era despedido de cuantos trabajos encontraba por no centrarse en la faena.
Su fama de bayonero llegó a todos los empleadores y ya nadie le quería contratar. Al quedarse sin trabajo pensó que debería emigrar a un país dónde nadie le conociera. Por ello se dirigió a Puerto Plata, un puerto del Caribe, y tomó un pasaje para un lugar en Europa llamado España.

Después de muchos días de singladura, de travesía del Océano Atlántico, llegó a una ciudad de nombre Vigo, la mayor de Galicia en aquella época. Pero como se diese el caso de que allí había mucha gente que tenía trato con América y podría propagarse su fama zumbonero, decidió adentrarse en el interior del país y llegó a una provincia llamada Zamora. Como la capital de la misma tampoco le gustara, se allegó a una aldea llamada Muelas del Pan en la cual residía un tamborilero y que era el tamborilero mayor y único en el pueblo. El Zumbón, al enterarse de que en aquel pueblo había alguien que se interesaba la música, fue a su casa y le pidió trabajo. El tamborilero lo llamaban el Tío Triunfón y tocaba el tamboril y la flauta todos los domingos, fiestas de guardar y el Día de las Águedas en la Plazoleta de las Escuelas.

El tío Triunfón le prometió trabajo, pero muy poco pagado. Éste consistiría en cavar el huerto donde sembraba patatas, berzas, sandías y cosas similares. Como compensación le enseñaría a tocar el tamboril y la flauta. El Zumbón quedó encantadísimo con el contrato y, con el tiempo, llegó a ser un excelente tamborilero.
Sucedió que por arte de birlibirloque, que las hadas y brujas lo pueden todo, hubo una trasposición en el tiempo y Morenanieves junto con su hermano Pelorrizo, un buen día aparecieron en Muelas del Pan. Como también eran morenos El Zumbón pidió al Tío Triunfón que los acogiera en su casa, como en efecto sucedió. Pero el Tío Triunfón era cristiano viejo y exigió que los niños tenían que ir a la escuela. Por ello Pelorrizo tenía que asistir a la escuela del Señor Bollo, que así se apellidaba el maestro, y Morenanieves asistir a las clases de Doña Bau Ules, que era el nombre de la maestra de escuela de las niñas.

Morenanieves aprendió la gramática de Nebrija, los viajes de Cristóbal Colón y le hicieron aprender de memoria la historia del nunca bien loado y conocido Don Quijote de la Mancha y su fiel escudero Sancho Panza. También tuvo que aprender a coser y a relacionarse con las niñas de la escuela cantando al coro con las demás el “corro chirimbolo” y otras canciones propias de niñas.

Por su parte Pelorrizo aprendió, también, la gramática de Nebrija, los viajes de Cristóbal Colón, la historia magnífica de Don Quijote de la Mancha y, por supuesto, los valores que reservaba la historia para España como unidad de destino en lo universal. Junto a todo esto aprendió a codearse con los niños blancos jugando al pídola cordón, las chapas, el gua y otras cosas similares.

Eran muy felices en Muelas del Pan Morenanieves y Pelorrizo. Un día en que el Tío Triunfón tenía que asistir con su tamboril y su flauta a una fiesta a un pueblo vecino llamado El Campillo, el hombre se sintió indispuesto, por lo que pidió a El Zumbón que le substituyera y fuese él en su lugar. Tenía que tocar el tamboril en el día de Navidad. Por ello, y después de haber hecho la cena de la Nochebuena, a las tantas de la mañana, el Tío Triunfón le cedió el tamboril y la flauta para que llegase con tiempo suficiente a El Campillo a la hora de la misa.
Iba camino de El Campillo el tamborilero Zumbón pensando, acongojado por la obscuridad de la noche, cuando, después de un rato, sintió que algo le agarraba por las espaldas. Quedó inmovilizado para ver si lo soltaban. Como nadie decía nada, él pidió que, por favor, le dejasen continuar que tenía que tocar el tamboril en la misa de El Campillo. Pero nadie respondía. Cada vez que intentaba avanzar le aferraban más fuerte y se volvía al mismo sitio.

Y así pasó la noche pidiendo, por favor, que le soltaran. Amaneció y se atrevió a mirar para atrás. No vio a nadie. Únicamente vio la rama de una zarza que se le había prendido en la espalda. Entonces, en tono valentón, tomó una navaja que llevaba en el bolsillo y cortó la rama y dijo: Si en vez de ser una miserable rama de zarza hubieras sido un salteador o un come niños ¡ Te daría unas bofetadas de lo más lindo! Y prosiguió su viaje camino del Hoyo del Alcornocal pasando por delante de la Laguna de los Coboldos llegando justito a la hora para tocar a la salida de la misa siendo con su música la alegría de niños y mayores de El Campillo.

El Tío Triunfón se había repuesto de su indisposición y preparó un par de burros de buena mañana y llegó a El Campillo a la hora de la salida de misa acompañado por Morenanieves y Pelorrizo. Allí les regalaron con buenas comidas y bebidas y se lo pasaron bomba hasta el atardecer en que regresaron a Muelas del Pan.

Las hadas y brujas, que todo lo pueden, hicieron que Morenanieves y Pelorrizo pasaran a su hogar natural que está en La Parada de Pucela. Un día preguntaron a un moleño que entró allí por el Tío Triunfón y el tamborilero Zumbón. Este hombre les contestó que hacía muchísimos años que ambos habían muerto de viejos.
Pero en la memoria de los niños allí estaban el Tío Triunfón y el tamborilero Zumbón. Se pusieron algo tristes por noticia, pero comprendieron que la vida es como el pasar de las olas que nunca regresan.

Casi, casi, se durmieron durante el cuento que estaban leyendo, pero al ver que fueron protagonistas se sintieron muy contentos y….

Colorín colorado. Este cuento se ha acabado.


Estulano