MADRE E HIJO    (Castronuevo de los Arcos)

Si te alegras y tocas el cielo, subiré como un relámpago a tu lado y gozaremos juntos de la felicidad pero, si llegan las sombras y las tinieblas lo ocultan todo, y tus ojos se vuelven oscuros y solo quieres cerrarlos para evitar la luz, entonces permaneceré contigo a oscuras, sin palabras, tomando tu mano y acariciándote la espalda para que sepas que no estás solo.

Cuando arrive la tormenta y estalle el trueno, saldremos juntos enlazados de la mano, riéndonos, calle abajo hasta que nos empapemos de agua y luz y luego, cuando asome el arco iris, lo contemplaremos desde lo alto del cerro, en aquel rincón que descubrimos un día casi por casualidad y desde donde se divisa la urbe entera, ese lugar mágico para las confidencias a la puesta de sol, donde solo con estar allí ya se logra esa paz tan deseada.

Cuando los mares se alboroten y las olas gigantescas amenacen con tragarse la arena de la playa con la ferocidad de sus envites, observaremos con prudencia desde lejos el espectáculo, ensimismados, en silencio, conscientes de lo irrisorio que es el ser humano ante la inmensidad de la naturaleza que puede con todo.

Cuando se pierda la salud y la enfermedad se haga patente, cuando fallan los sentidos, cuando los miembros se agarroten, cuando aparezca el dolor o cuando se cercene al alma, no dudes que ahí estaré, a tu lado, cerca, como tu sombra, para compartir la pena, para luchar contra el sufrimiento y salir juntos fortalecidos por la experiencia.

Sin embargo, hoy que te crees el rey del mundo y pareces no necesitar a nadie, me olvidas, me relegas, me postergas, me abandonas y yo me siento excluida, abandonada y sin importancia ante ti, pero sufriendo porque sé que en el fondo me quieres aunque no me lo estas demostrando; es ese amor de madre, visceral, que sale del alma, que rompe el corazón en mil pedazos pero lo recompone porque el hijo es parte de una misma, es la misma sangre que corre por venas diferentes en dos cuerpos disímiles; es un amor tan grande que todo lo soporta, pero tiene que pasar desapercibido, y un amor que debe aprender a dar paso a otras personas aunque sepa que van a dañarte y que, sin embargo, estará presto a esperar para curarte el corazón roto de nuevo.

¡Qué difícil aprender la lección de estar y no estar al mismo tiempo! Desordeno mi alma para ordenar la tuya, olvido mis penas para recordar las que pueden acontecerte y estar preparada; omito mis sentimientos cuando llega la ofensa y las palabras hostiles, escucho tus lamentos o tus disertaciones en la euforia de la verborrea … y lo hago de mil amores o, quizás, del mejor y más puro amor, porque soy tu madre, solo eso.

Mª Soledad Martín Turiño