YO Y MIS CIRCUNSTANCIAS

No me confundas
si pasas junto a mí y me ves ausente,
si no quiero verte ni verlos a mi lado,
si prefiero la soledad evanescente
a la sutileza de las palabras huecas.

No me confundas
porque soy agua, río, mar de llanto,
cielo azul anaranjado, negro y nubarrado,
luz oscura, eco sin habla, garganta sin voz.

Voy por los caminos en silencio, a pasos
desgarrados, mellando las botas
a base de cruzar por embarrados campos,
voy sin rumbo, con el horizonte por veleta
hasta que mi cuerpo exangüe se detenga.

En las tardes soleadas o frías,
ya sea otoño, primavera, crudo invierno
o el más caluroso de los estíos,
bajo hasta el río bordeando los campos
y me pierdo en sus aguas, entre juncos
amables que ocultan mi persona.
Desde allí, en mi puesto centinela
veo el pueblo, las tierras y el camposanto
en una hilera sucesiva de inicio,
labor y final de nuestras vidas.

No te confundas
si crees que me resulta indiferente
el derredor que me acuna y me acomete
como parte de mi esencia más palpable.
Transito como uno más por la senda de la vida,
sigo mis reglas, gano mi sustento
y nadie si está lejos me estorba.

Sueño en pequeño, miro a lo alto, piso el suelo,
cuido de mi gente, amo la vida,
creo en Dios y no me faltan pensamientos
para crear soliloquios y escribir entelequias.
Así he llegado a un punto de paz
añorada desde siempre, lograda a ratos
aunque ya no sufro y a nadie molesto.

Mª Soledad Martín Turiño