VALDERADUEY

Entre los juncos, escondidos, seguros,
avanzan perezosos con la casa a cuestas;
el río les proporciona un cobijo seguro
confundidos con el fresco follaje
que campa a sus anchas entre el agua y la ribera.
A veces un paseante curioso los espanta
con el rumor de sus pasos cercanos,
entonces se quedan muy quietos, por el sobresalto
de quien puede romper el equilibrio de sus vidas.
Barbos, carpas, cangrejos, ranas, sapos,
culebrillas y otras mil variantes
habitan en las aguas de mi río
Valderaduey que presume en fauna y flora
y perfila su cauce a tiralíneas curvas.
Me gusta caminar bordeando el sendero
de sus aguas pacíficas en las que se refleja el pueblo
y recorrerlo a ras de campos, en silencio,
mientras se escuchan rumores de brisa,
chicharras que silban, mosquitos que zumban
y el cauce sereno que con elegancia
discurre escondiendo secretos de vida
más allá de la vista, secretos del alma
que un día fueron cantos
y cuentos narrados por antepasados
ante boquiabiertos niños que, sin ilusiones,
forjaban seducidos nuevas esperanzas.


Mª Soledad Martín Turiño