NIEVE EN CAÍDA LIBRE

La nieve recubre el jardín de mi casa,
lo envuelve con un manto de polvo áureo,
blanco, inmaculado, pulcro y virgen
y para mi sorpresa los caminos
son ahora vías níveas, perfiladas, también albas,
y ya no conducen a ningún destino.
Todo es acúmulo de fría cencellada
que hiela los huesos hasta el tuétano;
se camina despacio para afianzar el paso,
la vista se oculta bajo boinas y gorros
la boca se esconde bajo el impuesto antifaz
que sirve de abrigo y a todos iguala.

La nieve reviste el jardín de mi casa,
lo miro a diario a través de la ventana
y compruebo que perdura el manto inmaculado;
nadie se atreve a pisar la escarcha
en que se ha convertido a fuerza del frío.

Los niños no juegan ni van a la escuela,
todo está desierto, la tarde está en calma
y cuando se acerca el manto de la noche
soñamos tal vez en un deseo fatuo
que al día siguiente cambie el panorama.

Curiosa la mente, volátil el deseo
que cuando hay canícula se añore el frio
y al llegar las nieves pensemos en calores.
Nadie está feliz de vivir lo que viene,
muchos anhelan vivencias extrañas,
sin valorar el gozo de la vida que tienen.

Somos aves de paso, estamos de inquilinos
en esta existencia que es solo un pasar,
desagradecidos con nuestra fortuna,
añorando otro sino, da igual el que sea,
lamentando la suerte que otros muchos no tienen
sin apreciar la vida tal y como está.

Mª Soledad Martín Turiño